La institución desplegaba sus
tentáculos por todas partes. Como en tiempos de Hoxha, nadie estaba seguro. Cualquier
vecino o conocido podía ser un confidente. En el libro, la institución llega
hasta el lugar más alejado e insignificante. Todos los sueños de las provincias
se mandan a la central para su selección y, en su caso, interpretación. El
estado totalitario analiza los sueños para acceder al alma del pueblo. No es la
única institución temible, aunque es la más sibilina, a la que no se ve venir:
-Pero el
terror que inspiran es demasiado ostensible -respondió-. El temor que provocan
se percibe de lejos, como una nube negra. Mientras que con el Tahir Saray las
cosas son bien distintas.
De los mecanismos del estado era
“el más impersonal de todos, el más ciego, el más fatal, por tanto, también el
más estrictamente estatal”.
Ese mundo en el que trabaja el
personaje llega a absorberlo y a cambiar su personalidad. En la disputa entre
la realidad y los sueños vence éste, que le aliena. En su primer día libre
desde que entró a trabajar en el palacio de los sueños se siente extraño, como
transformado, con un total desapego a ese mundo que ha sido el suyo. Como si le
hubieran “comido el tarro”, como si le hubieran extirpado el alma y el espíritu,
como una suerte de Drácula de los sentimientos. Lo detecta el camarero que le
atiende en el café al que acudía a diario y al que ha dejado de ir desde el
inicio de sus nuevas funciones. Ahora es un personaje temido por su pertenencia
al aparato represor.
En un pasaje del libro, el visir,
su tío, explica sus consideraciones sobre esos mundos paralelos que son la
realidad y el mundo de los sueños:
Algunos
piensan -prosiguió el visir- que el mundo de las pesadillas y los sueños, en
una palabra, vuestro mundo, es el que dirige éste de acá. Mas yo tengo la convicción
de que es este mundo el que lo dirige todo. Es él, a fin de cuentas, el que
decide qué sueños, pesadillas o delirios, conviene sacar a la superficie, como
un cubo saca el agua de un pozo profundo. ¿Entiendes lo que quiero decir? Es
este mundo el que elige en ese abismo lo que le interesa.
Con esa confusión un tanto
kafkiana tomé la calle Shetitorja Murat Toptani en dirección al castillo y el mundo
de una de las familias más significativas del país, en el pasado y en el
presente: los Toptani.
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