Las calles que desembocan en via
Rizzoli son una buena opción para cenar. El sábado nos perdimos por ellas y nos
asomamos a algunos restaurantes, todos llenos. El sábado la colonia estudiantil
sale en masa y anima las calles. Sin reserva es complicado cenar. En via
Caprarie encontramos Tamburini, antica salsamenteria bolognese, con
tienda de embutidos artesanales, taberna y restaurante. Como en la ciudad es
habitual compartir mesa, la camarera se apiadó de nosotros y nos hizo un hueco,
temporal, que se convirtió en definitivo. Calentamos motores con unas cervezas
de abadía oscuras y potentes de sabor, con poso, exquisitas. Como el fiambre:
salami, mortadela, jamón de Parma, queso parmesano. El bullicio y el continuo
trajinar nos despertó y nos animó.
Nuestra impresión es que las
iglesias de la ciudad son enormes. Hasta las anónimas en el mapa son de grandes
proporciones, armónicas, interesantes por dentro, sencillas por fuera. Están
desperdigadas por toda la ciudad. El que quiera acogerse a sagrado lo tiene
fácil.
Lo difícil es hacer una
selección sin prescindir de alguna joya. La breve lista de la guía ofrece una
pauta que se amplía sobre la marcha.
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