En Bolonia hay costumbre de
tomar el aperitivo, precisamente en la zona universitaria en que nos
encontramos. Aunque el aperitivo es una cena temprana, sobre las siete de la
tarde. Sólo se paga la bebida, que permite comer de los manjares que ofrece el
establecimiento. Aunque las bebidas son más caras a esas horas, es muy
rentable, sobre todo para el maltrecho bolsillo de los estudiantes. La bebida
más típica es el spritz, un cóctel a base de Campari, Pernod o Cynar al
que se le añade soda y vino blanco. Quien lo pide es un auténtico boloñés.
Como no podemos cambiar la hora
y el hambre aprieta, buscamos dónde comer. En via Zamboni, 24 está Il
Ristoro delle fate, bar y restaurante en el interior del palacio Malvezzi.
Como está la cosa algo complicada nos decidimos por café Zamboni. Está repleto
de gente joven, de grupos que suenan a despedida antes de vacaciones. Nos
acogemos al buffé y nos sentamos al fondo, junto a la otra puerta de entrada,
por donde entra un frío que corta.
Ya no queda más que regresar al
hotel, tomar nuestras maletas y que un taxi nos conduzca hasta el aeropuerto.
Es un breve repaso de la via dell’ Indipendenza, de los soportales, de
las imágenes.
Y del deseo de regresar.
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