Bolonia cimentó su comercio y su
prosperidad en base a un complejo sistema de canales que permitía el movimiento
de mercancías en grandes embarcaciones. Después de haber pateado parte de la
ciudad esa afirmación nos extraña porque no hemos visto rastro de esos canales.
Leemos que paulatinamente se fueron cubriendo y pasaron a formar parte del
mundo subterráneo de la urbe. Por debajo de la piel de asfalto y piedra fluye
aún el agua que tanta riqueza trajo. Los ríos Savena, Aposa y Reno aportaban el
caudal y la energía hidráulica necesaria para sus manufacturas textiles. Parece
como si esas aguas se hubieran levantado en guerra contra nosotros en forma de
intensa lluvia.
Hemos atravesado la zona del
antiguo ghetto y bajamos por via Zamboni. Nuestra primera visita
de la mañana será San Giacomo Maggiore, una iglesia del siglo XIII que se
asocia con una de las grandes familias boloñesas, los Bentivoglio. Rigieron los
destinos de la ciudad durante un siglo aportando prosperidad. Hasta que en 1506
las tropas de Julio II asediaron y capturaron la ciudad, depurando a la familia
y apoderándose de sus riquezas.
Los Bentivoglio utilizaron la
iglesia como centro de su poder. A cambio, la embellecieron. La fachada asoma a
una hermosa plaza. El pórtico de via Zamboni aún conserva restos de
frescos que adornaron su exterior.
No tenemos suerte: están
celebrando la misa de la mañana. Nos asomamos al interior, amagamos con ir
hacia la capilla privada de la familia pero nos cortamos. No queremos molestar
durante la misa. Habrá que esperar otra oportunidad para admirar la tumba de
Anton Galeazzo, obra maestra de Jacopo de la Quercia, el de San Petronio.
Crucifijos, polípticos góticos, pinturas, frescos, el oratorio de Santa Cecilia
y otras obras nos acompañarán en otro momento. Siguiente etapa: Santo Stefano.
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