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Estampas de Luang Prabang 28 (Laos 2006). El Buda Phra Bang.


 

En el centro del tejado diecisiete pabellones dorados escoltados por nagas protectoras simbolizan el universo. Son el “nhot so fa” y advierten de una presencia trascendental. Por algo están sobre la Capilla Real y ésta, en el Palacio Real.

Un rey terrenal habita un palacio. Un rey divino, una capilla. Uno y otro están cerca por si se necesitan en cualquier momento. El Buda Phra Bang sabe de esas emergencias y está disponible para el rey de Luang Prabang. Por ello, el rey le construyó una capilla acorde con su jerarquía para que permaneciera en ella el tiempo que quisiera. Para el año nuevo visitará el cercano Wat May y los dignificará durante su estancia.

El Buda Phra Bang, el símbolo de la soberanía, es una sencilla talla que alza las manos y retiene las aguas.



El rey ya no está y quizá por eso le han dado alojamiento en una sala en un extremo del palacio. La oscuridad afianza el mito, pero impide contemplarlo en su máximo esplendor.

El emperador más poderoso de su época, el de Angkor, lo donó a su yerno para que afianzase su poder. La dinastía pereció. Él permaneció.

También se extinguieron los habitantes del palacio y sin embargo aun sus puertas se abren a los visitantes y muestran el pasado real. Nadie diría que lo habitaron reyes, pues es una casa con comodidades y lujo, pero carece de boato. Claro, que lo construyeron los protectores, de ahí las limitaciones.

El poder muere y permanece el arte.



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