Estampas de Luang Prabang 27 (Laos 2006). Budas y capillas.

 

Si llegaras por el río en una larga y digna barca de innumerables remeros te recibiría la sonrisa colorada de dos leones blancos, aunque su aspecto pacífico los transforma en gatos que cuidan el templo.

Las escaleras retrasarán un instante la impresión ante la visión del esplendor del templo más grandioso. El tejado fraccionado que desciende casi hasta el suelo será el primer retazo.

De cerca, el “sim” es de una riqueza esplendorosa. Las columnas, el tímpano de la entrada, el pórtico, las puertas y las ventanas no dejan un resquicio sin decorar.

Presentamos nuestros respetos al ilustre habitante de la sala, a Buda, examinamos el lujo de figuras pintadas, tocamos los gongs y campanas.

Cinco feroces cabezas de naga nos reciben en la Capilla del Carro que sirve para los ceremoniales. Una larga hilera de Budas nos ignora con los brazos adelantados o con ellos a lo largo del cuerpo.

Con tanto árbol no es extraño que representaran uno tan hermoso en lugar destacado. A la espalda del lugar más transitado, esa fachada triangular del “sim” es privilegiada y no puede pasar desapercibida. Es el árbol de la vida.

Visitamos la Capilla Roja y la del Buda de Pie. Son interiores intimistas.