Estampas de Luang Prabang 23 (Laos 2006). Un paseo en elefante.

 

Un millón de elefantes dieron nombre a este reino. Es nuestro deseo recorrer la selva a lomos de uno de ellos. Sea.

Mientras esperamos que nos recojan comprobamos que el entretenimiento nacional es tironearse del vello de la cara con unas pinzas y un espejo. No se afeitan ni se depilan: prefieren arrancar los pelillos para evitar el aburrimiento.

La furgoneta nos une a dos chicas americanas que van camino de Tailandia. Sigue el río, se orienta hacia las montañas, atraviesa aldeas, se desvía hacia el campo, bordea un monasterio y continúa por campos bien cultivados. Su destino es el Lao Spirit Resort and Elephant Lodge, un conjunto de encantadoras cabañas en un medio natural cautivador.

Cruzamos el río. Al otro lado está el campamento.

M. va especialmente atractiva con su pantalón corto rojo y una camiseta blanca pero los mosquitos piensan lo mismo y la acribillan sin piedad.

Nuestro elefante, en realidad una hembra joven, es algo díscola. Aun está por domesticar y no tiene muy buenos modales. Su humor cachazudo no lo entendemos. Nos roza contra todas las ramas, para a comer donde le da la gana y elige algunos caminos no demasiado practicables. El conductor, oculto bajo su sombrero cónico, le pega unos viajes tremendos en las orejas con un inmenso anzuelo.

El bosque son suelos fangosos y árboles de teca. El río se intuye. Con el balanceo del caminar del proboscídeo lo recorremos como señores de otra época. Premiaremos a nuestro transporte con una ración de caña de azúcar.