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Estampas de Luang Prabang (Laos 2006) 4. Sin reserva.


 

Llegamos sin reserva, huérfanos de un hogar que nos acogiera. Un poco de azar y unas gotas de intuición -también de suerte- fueron los ingredientes para intentar el éxito en la elección de nuestro hotel.

El taxi nos pasea por la ciudad y vamos discriminando emplazamientos para nuestra residencia. Buscamos que el encanto de la ciudad se prolongue en nuestra habitación y que el personal del hotel sea nuestra familia de acogida. Quizá somos demasiado exigentes.



El Salá Luang Prabang es una casa colonial de madera de dos pisos con un delicioso porche que mira al río. Es la casa a la que te invitaría un amigo. Y un amigo siempre es acogedor. Por eso nos entrega su mejor habitación, en el piso superior, amplia y abuhardillada. En ella nuestro cariño está asegurado.

Las obras son un pequeño inconveniente, pero pueden ser el despertador de nuestros sueños. Las sonrisas de acogida de los muchachos de recepción silencian los martillos. Las chicas de la limpieza nos saludan con la unión de sus manos y un ferviente deseo de felicidad en nuestra estancia. No podemos decepcionar a nuestra nueva familia.



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