En este Monte se fijaron dos eremitas y hasta el mismo Buda, quien esbozó una sonrisa complaciente al mirar en esa dirección. Dos somos también nosotros. Nuestra decisión de visitar la ciudad no está influida por la prosperidad o la fertilidad de sus tierras, aunque ello influirá en lo que buscamos: su alma y su belleza.
El Monte Phousi es una presencia incontestable. Como incontestable es la presencia de lo sagrado, que irradia desde la cumbre y baja por sus laderas hasta adueñarse de las calles. Desde cualquier punto se divisa la corona de la divinidad y el anuncio de la protección que dispensa a la ciudad. Las casas se apiñan en su entorno y se abren al alejarse de él.
El Monte es energía vital. Nos acaricia con el peso de su sacralidad.
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