Nos costó un poco encontrar las
escaleras que conducían a Pike Place Market, uno de los imprescindibles de la
ciudad, "El alma de Seattle", o "satisfacción garantizada",
como rezaban algunas publicaciones y guías. Era el mercado más antiguo y estaba
considerado una leyenda para los locales. Funcionaba desde 1907. Continuaba poniendo en contacto directo a los
productores y consumidores.
El mercado aprobó su propia constitución (charter, modificada en 2003), lo gobernaba un consejo de veinte miembros y la Pike Place Market Preservation & Develepment Authority velaba por la normalidad de su actividad. Todo ello le había permitido mantener su espíritu pionero, bohemio y solidario. Sin embargo, me pareció que se había desnaturalizado un poco y que había pasado a ser un parque temático a base de puestos singulares de comics, libros, discos recuerdos, objetos de brujería para aficionados, farolillos, esculturas, piezas varias, monedas, cartas, sellos, periódicos antiguos, carteles pintorescos, discos, cd´s o vídeos, pinturas étnicas, dibujos curiosos y los más variados objetos que uno pueda encontrar en un rastrillo pijo. Todo con mucho colorido. No faltaban los puestos de comida, los de productos de la tierra perfectamente mostrados para captar al cliente, las flores, la bisutería de los artesanos y otros objetos varios que todo buen turista debe comprar para dejar constancia de que estuvo allí.
Nos acercamos al primer local de
Starbucks. Estaba lleno, fuera había una larga cola y casi había que
pedir la vez para hacerse una foto ante el emblemático lugar. Renuncié a ello. Espero
encontrar la foto que me hice hace 15 años.
A principios de los 70 un
escritor y dos maestros se embarcaron en la venta de café en grano. El negocio
no iba mal, pero estaba lejos de triunfar. En 1982 apareció Howard Schultz, a
quien se le adjudicó después el papel de fundador. Tuvo una idea innovadora y
las ideas innovadoras se pagan bien en este país de iniciativas. Introdujo el
café a la italiana, colocó sofás en sus establecimientos para crear un ambiente
de salón de casa y dotó a su café de una estética propia. Cambió los hábitos de
consumo y se hizo de oro. Se extendió por todo el mundo, incluso en países de
gran tradición cafetera. Luego llegaron los imitadores.
En un restaurante de los
alrededores comimos un suculento fish & chips con bacalao, calamares
y langostinos. Con buena cerveza, que nunca falte.
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