Hicimos una parada en un Walmart
para comprar comida y bebida. Dimos por hecho que no nos apetecería ir a
Seattle a cenar y que nos refugiaríamos en el hotel. Como vendían prendas de Reebok
a muy buen precio la parada se alargó y se saldó con varias compras.
Estábamos en periodo
preelectoral y los candidatos desplegaban sus carteles para seducir al votante
indeciso. Las renovaciones de cargos afectaban al Senado, el Congreso, el juez
o el sheriff.
Salimos de la autopista 5 por la
salida 182 y tomamos la I-405 South para evitar el tráfico de Seattle. Aun así,
la carretera se densó considerablemente, se hizo pesado el avance. A nuestra
derecha apareció el lago Washington y la isla Mercer.
Acertamos en las maniobras para
alcanzar nuestro hotel. Estaba en un centro comercial que compartía con grandes
marcas de grandes almacenes como Penny o Macys. A Javier se le hicieron los
ojos chiribitas.
Las dos horas y media perdidas
en la frontera nos habían matado. Todos estábamos cansados y contrariados,
irascibles. Alguno tuvo que excusarse por alguna salida de tono que era
consciente de que no iba en favor del grupo.
Cenamos en la habitación de José
Ramón y Javier.
En la habitación no tuve ninguna
gana de escribir.
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