El inicio de la ruta era
sencillo: tomar la carretera 99 en dirección sur. Poco después, topamos con
unas obras y el lógico atasco. Fue el primero de una suerte de infortunios que
nos retrasaron hasta lo indecible y destrozaron todos nuestros planes. Según
las noticias, el país había iniciado una serie de proyectos para mejorar
infraestructuras, quizá aprovechando las circunstancias de la pandemia, como
otros países.
Tomamos el camino dirección
Delta, el mismo que cuando fuimos a Victoria. Aparecieron los carteles que
avisaban de los desvíos. La frontera estaba a 30 kilómetros. En Google Maps advertían
de una demora de 8 minutos que fue subiendo progresivamente y de forma
preocupante hasta hacerse una realidad insoportable. Beautiful British
Columbia nos ofrecía sus últimos paisajes.
Nuestro puesto fronterizo fue el
de Peace Arch, en Blaine, estado de Washington. Los minutos se acumulaban, el
calor, causado por un sol brioso, empezaba a maltratarnos y al final tardamos
casi dos horas y media en pasar el control. Solo había dos funcionarios que se
lo tomaban con calma, con diligencia. A todos nos pareció una desconsideración
por parte de Estados Unidos, como si quisieran decir con ello, en un gesto de
arrogancia, que quien quisiera entrar al país más deseado se lo tenía que
trabajar y sacrificar un par de horas de su tiempo. Comentaron que había un
recorte de personal en la administración y los posibles refuerzos por estas
fechas no habían sido aprobados.
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