Hay días que se alimentan de
hechos sin importancia, como si quisieran demostrar su desprecio con grandes
dosis de aburrimiento. Sin duda, aquel jueves fue el día más insulso del viaje
y se esforzó a conciencia para demostrarlo. Quizá debería dejarlo de lado y no
aburrir al lector. Sin embargo, éste debe apoyar a los viajeros tanto en los
momentos buenos como en los malos, los que se escriben con mala letra o han
sido programados por una madrastra vengativa o simplemente malvada.
Como habíamos consumido algo de
combustible desde que repostamos a la entrada de Calgary, al ir a cenar al
centro de la ciudad (el downtown o city center) nos entró la duda
de si nos cobrarían por la diferencia. La gasolina que falta en los coches de
alquiler es la más cara del mundo y quizá la mejor fuente de dividendos para
las compañías. Preguntamos en el hotel, nos dieron una referencia y calculamos
que tardaríamos unos 11 minutos en llegar. Lo peor era que podíamos perdernos,
yendo, saliendo hacia el aeropuerto, con cualquier otra incidencia. La aguja
del salpicadero dormía sobre la raya de completo, aunque se abrió un debate
sobre si teníamos que estar más allá de la señal. José Ramón nos invitó a
sentarnos en el asiento del conductor y dar nuestra opinión. Optamos por no
repostar y nos imaginamos el sobrecoste, teniendo que vender algo para
financiarlo.
Desde el hotel se veían las torres
del aeropuerto. Quizá por ello nadie se había molestado en señalizarlo. Cúrratelo,
parece el mensaje lanzado por los responsables de ese favor al viajero.
Cargamos la mente de intuición, dimos nuestra opinión con mesura, ya que nadie
estaba seguro, y alcanzamos la terminal. Solo faltaba identificar la zona de
devoluciones. Estaba en salidas (departures) mientras que nosotros
habíamos alcanzado la zona de llegadas (arrivals). La estructura del
aeropuerto era en forma de óvalo, por lo que en la siguiente vuelta nos
orientamos bien. Como para venir escasos de tiempo y sin haber sacado las
tarjetas de embarque. Por supuesto, esa gasolinera que hay siempre cerca del
aeropuerto no existe en el de Calgary. Por eso te ofrecen devolver el coche sin
combustible pagando 87 dólares, según ellos a un precio más barato que el de
mercado, pero sabiendo que nadie va a apurar hasta el final y que el sobrante
queda en favor de la compañía.
La revisión del coche fue
rápida. Daban por bueno el nivel de combustible, la suciedad del coche tapaba
las rayitas históricas de la carrocería, que habíamos fotografiado por
prevención, y todo lo demás estaba correcto.
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