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Viaje a Alaska y Canadá 144. Tarde de cervezas y noche de hotel.


 

Toda la zona estaba llena. Todos los hoteles habían puesto el cartel de “no vacancy”, incluso los campings. Las autocaravanas eran una opción muy válida. Quizás si alguna vez regreso a esta zona me gustaría completar la ruta de esa forma y realizar más senderismo. Eso obligaría, lógicamente, a más días y mayor presupuesto y, desde luego, a compartirlo con alguien de total confianza por su fácil convivencia, lo que reducía considerablemente los candidatos. Algunos estaban allí conmigo.

Nuestra habitación, cuádruple al disponer de dos camas inmensas, era amplia y acogedora, con encanto. El lugar ideal para una escapada amorosa o un fin de semana romántico. Con cuatro amigos, la habitación se pobló de maletas abiertas, el movimiento se hizo algo complicado y disfruté por primera vez de la televisión, que era un coñazo inmenso.

El hotel era idílico, pero estaba aislado. La única posibilidad para tomar algo antes de la cena la ofrecía el restaurante del hotel.



Pocas mesas estaban ocupadas. Todas, con familias con niños pequeños. Lo curioso es que la sala estaba muy silenciosa. Nos acoplaron en el extremo opuesto al resto de la gente y pedimos unas cervezas. La cerveza debería ser Patrimonio de la Humanidad. En todo el mundo está rica.

No estuvimos demasiado locuaces. Sin embargo, nos fuimos relajando y una broma llevó a otra. Y a una segunda cerveza. Trazamos un poco las líneas generales de nuestras visitas del siguiente día. Quedaban muchos kilómetros y muchos lugares bellos e interesantes.

Éramos conscientes de que durante la jornada habíamos hablado poco, o más precisamente, habíamos charlado poco sobre lo que habíamos contemplado y las sensaciones que nos había producido todo aquel inmenso bagaje de experiencias. Solo al sentarnos y relajarnos pudimos centrarnos de una forma general y más íntima. Era el momento de pequeñas confidencias, de compartir esos detalles que habían quedado atrapados temporalmente en el olvido. Esas reuniones distendidas eran totalmente necesarias.



En la habitación sacamos nuestras provisiones y nos dimos un pequeño y agradable banquete.

Los ronquidos de los cuatro debieron ser moderados. O los cuatro nos callamos las quejas, que también puede ser.

La cama me pareció extraordinariamente confortable. Descansamos profundamente.

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