Toda la zona estaba llena. Todos
los hoteles habían puesto el cartel de “no vacancy”, incluso los campings.
Las autocaravanas eran una opción muy válida. Quizás si alguna vez regreso a
esta zona me gustaría completar la ruta de esa forma y realizar más senderismo.
Eso obligaría, lógicamente, a más días y mayor presupuesto y, desde luego, a
compartirlo con alguien de total confianza por su fácil convivencia, lo que
reducía considerablemente los candidatos. Algunos estaban allí conmigo.
Nuestra habitación, cuádruple al
disponer de dos camas inmensas, era amplia y acogedora, con encanto. El lugar
ideal para una escapada amorosa o un fin de semana romántico. Con cuatro amigos,
la habitación se pobló de maletas abiertas, el movimiento se hizo algo
complicado y disfruté por primera vez de la televisión, que era un coñazo
inmenso.
El hotel era idílico, pero
estaba aislado. La única posibilidad para tomar algo antes de la cena la ofrecía
el restaurante del hotel.
Pocas mesas estaban ocupadas. Todas,
con familias con niños pequeños. Lo curioso es que la sala estaba muy
silenciosa. Nos acoplaron en el extremo opuesto al resto de la gente y pedimos
unas cervezas. La cerveza debería ser Patrimonio de la Humanidad. En todo el mundo
está rica.
No estuvimos demasiado locuaces.
Sin embargo, nos fuimos relajando y una broma llevó a otra. Y a una segunda
cerveza. Trazamos un poco las líneas generales de nuestras visitas del
siguiente día. Quedaban muchos kilómetros y muchos lugares bellos e
interesantes.
Éramos conscientes de que
durante la jornada habíamos hablado poco, o más precisamente, habíamos charlado
poco sobre lo que habíamos contemplado y las sensaciones que nos había
producido todo aquel inmenso bagaje de experiencias. Solo al sentarnos y
relajarnos pudimos centrarnos de una forma general y más íntima. Era el momento
de pequeñas confidencias, de compartir esos detalles que habían quedado
atrapados temporalmente en el olvido. Esas reuniones distendidas eran
totalmente necesarias.
En la habitación sacamos
nuestras provisiones y nos dimos un pequeño y agradable banquete.
Los ronquidos de los cuatro
debieron ser moderados. O los cuatro nos callamos las quejas, que también puede
ser.
La cama me pareció
extraordinariamente confortable. Descansamos profundamente.
0 comments:
Publicar un comentario