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Viaje a Alaska y Canadá 135. Bow Lake. Nubes bajas.


 

Los bosques eran una masa continua, a veces impenetrable y celosa que impedía ver la parte baja de aquel escenario natural de lagos y ríos que avanzaban poderosos por un valle en artesa o que serpenteaban por la ausencia de pendiente. Sus aguas eran color chocolate. El arrastre era tremendo. Cascadas y glaciares se alternaban, se complementaban. Y algunas veces las vías del tren se integraban de la mejor forma posible.

Varios carteles anunciaban peligro de animales que podían cruzar inesperadamente la carretera, como alces o cabras. También había que tomar prevenciones con la gasolina y la comida ya que los puntos de abastecimiento podían estar muy alejados unos de otros.

Hubo opiniones divergentes sobre las nubes bajas. A mí me gustaban. Eran dramáticas, fantasmagóricas, hasta algo morbosas por esconder ríos y praderas, montañas u otros elementos del paisaje. Eran el perfecto adorno que dotaba de una personalidad adormecida. El viento jugaba con las nubes y en algunos momentos se cabreaba y las desplazaba.



Nos desviamos hacia Bow Lake. Otra vez reinaba el silencio. Estábamos a unos dos mil metros sobre el nivel del mar. El alojamiento junto al lago era Nim-Ti-Jah Lodge. Los actuales dueños, al consultar a los ancianos de la nación stoney nakada decidieron suprimir el nombre de Jimmy Simpson con el que fue conocido en el pasado. No nos hubiera importado quedarnos una noche en aquel privilegiado establecimiento con hermosas vistas al lago, los glaciares y las montañas.

El lugar merecía un amplio paseo y regodearse con el perfil de la sierra y los glaciares que alimentaban cascadas en las montañas de rocas oscuras y arañadas. Los reflejos eran simetría.

Los pinos eran altos y delgados, de troncos finos, erizados. Desde lejos se apreciaba menos su increíble altura. En otros lugares, alojaban nieve entre sus copas. A veces parecía que formaban un solo cuerpo.

 

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