La región estaba dotada de una
armonía natural, como si algún ser superior la hubiera ordenado con desenfado,
mezclando los elementos en una combinación equilibrada, aunque no matemática o
geométrica. Era el fruto de una improvisación con buen tino, con una
orientación que solo podía imputarse a los dioses. El Creador había gozado de
la magnífica costumbre de acertar en sus planteamientos paisajísticos.
Las montañas mostraban
obediencia sobre sus pedestales, los valles no aspiraban a competir con las
alturas, el agua se adaptaba a cualquier trabajo que le propusieran y corría
con fulgor por el llano sorteando obstáculos y trazando meandros, o se agarraba
con fe infinita a las laderas trazando vestiduras de hielo. Nada estaba
predestinado a prevalecer sobre el resto. Todo estaba sujeto a las leyes de la
vida: nacer, desarrollarse, desaparecer de la faz de la tierra. Iniciar un
nuevo ciclo. Recordé aquello que nos contaban en clase de física, en el
colegio, de que la energía, que era inmensa en todo aquel entorno salvaje, ni
se creaba ni se destruía. Tan solo se transformaba.
A través de los cristales del
coche, en silencio, devorando kilómetros, contemplábamos, cada uno a su estilo,
ese mundo de planteamientos primitivos sin más aspiraciones que las de
permanecer, quizá impresionar para toda la vida. Hospedaba la vida y la belleza
sin ser consciente. Acariciaba la felicidad muy levemente, como si estuviera
vetada, y fuera más partidaria de la tempestuosidad que ofrecía a lo largo de
todo el año con su cambiante humor que afectaba al tiempo atmosférico.
Hasta Lake Louise nos acompañó
el valle escarpado, laderas casi verticales y bosques en equilibrio inestable
sobre pendientes exigentes. Era paisaje alpino, de zona de esquiadores. El
cielo era gris, veteado o punteado por un blanco débil. Los árboles eran de
distintas tonalidades, no tanto por ser de diferentes especies como por la
posibilidad de que estuvieran afectados por alguna enfermedad, como apuntó Javier.
Encontramos demasiados árboles secos.
José Ramón comentó que la
carretera permanecía abierta todo el año. Era una medida absolutamente
necesaria para que la zona no quedara aislada en invierno. Probablemente
utilizaran hilo radial para evitar las acumulaciones de hielo. En España ya se
utilizaba en lugares donde los hielos eran habituales.
En Lake Louise tomamos la
carretera 93 en dirección norte. No habíamos efectuado ninguna parada.
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