Como modernos exploradores
pertrechados de todas las comodidades actuales nos adentramos por la carretera hacia
Golden, donde esperaba nuestro hotel. En uno de los folletos que habíamos
recopilados leímos un trabalenguas que animaba a visitar este pueblo: “No
summer is complete without an epic road trip, and there’s no trip like the road
to Golden”.
Nuestro viaje no adquiriría
tintes épicos, aunque el trayecto por la Transcanada Highway era simplemente
espectacular. Atravesaba Kicking Horse Canyon. La carretera original se
construyó en la década de 1950. Se había desdoblado y continuamente era
mejorada y reparada, como comprobamos en nuestro avance. Ya advertían que podía
haber cortes y demoras, lo cual nos intranquilizó ya que habíamos apurado la
tarde y en breve entraría la noche. Los trabajos continuaban
ininterrumpidamente ya que era temporada alta y el tráfico era intenso para los
cánones de la zona.
Nos adentramos en territorio de
la nación ktunaxa o kootenai (también kootenay), el nombre que recibía también uno
de los parques nacionales de lo que denominaban The Golden Triangle, una ruta circular
que abarcaba Yoho, Columbia Wetlands (accesible por la carretera 95), el pueblo
de Radium y los Radium Hot Springs, Kootenay y Banff. Visitarlo con cierta
calma y profundidad hubiera requerido varios días. Si dispones de ellos no lo
dudes.
Los ktunaxa poblaban una zona de
unos 70.000 km2 entre la Columbia Británica, Idaho, Montana y Washignton. Estos
tres estados pertenecían a Estados Unidos. Era una de las tres tribus
confederadas salish y kootenai de la nación Flathead, en Montana.
Durante diez mil años los ktunaxa
habían vivido en comunión con el medio. Se desplazaban por su territorio en
busca de pastos y caza, instalaban sus tipis y obtenían del entorno todo lo que
necesitaban. La llegada de los europeos en el siglo XIX les confinó en
reservas.
En su web, www.ktunaxa.org, se recogía una hermosa
leyenda de creación del mundo que se remontaba a los tiempos ancestrales, el
denominado periodo del mundo animal. Un monstruo marino llamado Yawuqnik (el
lector disculpará que mi transcripción de los nombres no sea la más exacta al
carecer de algunos de los caracteres específicos de la lengua ktunaxa) había atacado
y matado muchos animales, por lo que el resto se reunió en consejo y decidió
que había que acabar con el asesino. Eligieron una partida de valientes
animales para luchar contra él e iniciaron una persecución por el territorio.
Cada vez que el invasor parecía acorralado se escapaba. Pero llegó el momento y
Yawuqnik fue ajusticiado. Su cuerpo fue dividido entre los animales y los
huesos fueron arrojados por el territorio. Aquellos fragmentos dieron lugar a
los diferentes pueblos o naciones. Los animales ascendieron a los cielos y se
convirtieron en los espíritus protectores que guiaron a los pueblos que
permanecieron en la tierra.
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