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Viaje a Alaska y Canadá 124. Lake Louise II.


 

Caminamos hacia el imponente hotel Château Lake Louise que se ubicaba en un terreno formado al retirarse el glaciar Victoria, que a finales del siglo XIX llegaba hasta ese punto. La retirada formó un dique de origen morrénico que dio origen a este hermoso lago glaciar.

La primera imagen era la más icónica. Las aguas de tono verdoso se desplegaban hacia el glaciar y el monte Victoria. A la izquierda, el talud del monte Fairview. A la derecha, el Big Beehive, gran colmena, por su forma redonda. Las nubes grises adormecían el entorno.

La orilla estaba conquistada por los ansiosos para hacerse una foto. Lo curioso es que a la mayoría les gustaba hacerse la foto de cara al lago y de espaldas a la cámara. Una señora oriental, aunque eran de Calgary, con un vaporoso vestido amarillo y un aspecto un tanto extravagante, me pidió que le hiciera una foto. Se sumó su marido. Los dos de espaldas. Les insté a que se dieran la vuelta. Me preguntó de dónde era, le dije que de España y me contó que le había gustado el país pero que en Madrid le habían robado a su marido. Arrebató su móvil de mis manos y cortó la conversación un tanto abruptamente. Me quedé un tanto descolocado.



En Canadá la gente se enrollaba bastante, algo parecido a lo que ya había comprobado en viajes a sus vecinos del sur. Eran abiertos, pegaban la pava con facilidad y espontaneidad, te hacían la ficha en un instante y te ayudaban a conocer su espíritu sin importarles demasiado la privacidad.

Una chica con la que únicamente había intercambiado una sonrisa me comentó en Johnston Canyon que el camino para las cascadas superiores estaba cortado por el peligro de avalanchas. Volvimos a cruzarnos en varios lugares y volvimos a intercambiar sonrisas y breves mensajes. Quizá si hubiera sido menos tímido hubiéramos mantenido una buena conversación. Me pareció atractiva.

Poco después una familia se acercó a mí al verme fotografiar a otras personas. Me pidieron que le hiciera una foto a la familia. Era un matrimonio de mi edad, de buen aspecto y nivel económico. Los hijos eran altos y guapos. El señor me preguntó, socarronamente, si era el fotógrafo de alguna de las múltiples bodas que acudían a la orilla del lago para hacerse un book. Les comenté que era interesante fotografiar a la gente que allí acudía y que tenía algunas reacciones un tanto peculiares o graciosas.

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