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Viaje a Alaska y Canadá 117. Canmore y Banff.


 

Tomamos la Transcanadiense (carretera 1) en dirección oeste. Era una larga recta que no empezó a quebrarse hasta topar con las primeras montañas. La primera población de un cierto interés en nuestro trayecto era Canmore. En las Olimpiadas de Invierno de 1988 su Parque Provincial del Centro Nórdico acogió algunas pruebas de deportes nórdicos. El río Bow corría por el sur y el oeste. Era una buena opción para pernoctar. Su población estaba sobre los 16.000 habitantes.

Dimos un paseo con el coche y comprobamos que aún no había empezado su actividad. Todas las tiendas y la oficina de turismo estaban cerradas, con lo que deshicimos nuestro camino y regresamos a la carretera. El pueblo era bastante atractivo.

Banff ya había despertado y nos recibió a pleno rendimiento. Aparcamos el coche cerca de la calle principal y nos dirigimos a la oficina de turismo para que nos ilustraran sobre los lugares más interesantes. Nos aconsejaron el hotel Banff Springs, un mirador y las Bow Falls, cerca del pueblo. También trazó cuadrados o círculos sobre otras atracciones que fueron de gran utilidad ese día y el último, el de regreso a Calgary.



Para la visita a Lake Louise y Lake Morraine nos aconsejaron reservar en los autobuses que salían del pueblo y subían a los lagos, ya que los aparcamientos se completaban muy pronto, lo que obligaba a dejar el coche abajo y subir caminando durante bastante tiempo. Nada de eso aparecía en las guías y no sé si habría alguna advertencia en las webs. Lo cierto es que durante la siguiente hora estuvimos luchando contra la aplicación. No había forma de completar la reserva. Llamamos por teléfono y nos remitieron a la app. Pedimos ayuda al personal de la oficina de turismo para que llamaran. Nos volvieron a remitir a ella. Reconocieron que funcionaba bastante mal y que habían tenido algunas quejas. De ahí a que se tomaran la molestia para solucionar esos problemas había un mundo. No se inmutaron un pelo.

Tomamos un capuchino mientras hacíamos esa frustrada gestión y nos dimos un paseo. La calle terminaba en un extremo con un edificio de piedra que parecía sacado de una serie victoriana y la montaña forrada de bosque. Era como una ola verde que fuera a romper sobre la población. Cuando levantó una nube baja fuimos conscientes de su poderío.

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