Nos orientamos bien en la salida
del aeropuerto y llegamos sin problemas, a la primera, más rápido de lo que
pensábamos. El parking, muy cerca del hotel, costó 5 dólares, algo inusitado en
este país, bastante caro. En el hotel comprobamos que había cierto desmadre con
las tarjetas de crédito. Después de mucho preguntar nos aclararon que retenían
un depósito y que al día siguiente harían el cargo definitivo. Era la forma
habitual en todo el país. Indicamos que nos marcharíamos pronto. Sin problemas,
el Ramada tenía servicio 24 horas.
El hotel estaba algo avejentado.
El techo de la habitación lucía gotelé y el baño clamaba por una renovación.
Las camas eran bastante buenas. Su mayor activo era su situación, inmejorable.
Cada habitación costaba 156 euros la noche.
Salimos a pasadas las 7. Llovía
con furor. Menuda bienvenida, pensamos. No tuve la prevención de ponerme un
pantalón impermeable y las zapatillas de trekking, que me hubieran salvado de
mojarme los pies y un poco la ropa. Todos tuvimos el mismo problema. Realizamos
el paseo ligeramente calados.
Nuestros pasos nos llevaron
hasta un supermercado para comprar algo para la cena y el desayuno. Seguimos
hasta el Puente de la Paz (Peace Bridge), diseñado por Santiago
Calatrava en forma de doble hélice tubular en acero de color rojo. Cruzaba el
río Bow, que se prolongaba hacia Prince’s Island.
Al llegar al otro extremo salió
un leve arco iris y se obró el milagro del cese de la lluvia. La perspectiva
sobre el skyline nos subió la moral. El sol brillaba sobre los edificios
y sobre los abundantes árboles. Percibimos más gente, más sabor, más animación.
Nos fotografiamos con tres hermosas mujeres de etnia tigray, de Etiopía, que paseaban
con parsimonia y que quedaron encantadas de posar con exóticos españoles.
Los rascacielos eran de
excelente factura. Comprobamos que había pocas luces encendidas y escaso
movimiento en las terrazas, con lo que era probable que sus habitantes si
hubieran marchado de vacaciones a otros lugares como Florida, Victoria, Cuba o
algún lugar donde no lloviera tanto. No obstante, nos llamó la atención que una
parte importante de la vegetación estuviera bastante seca.
Nuestra impresión, confirmada
días después, fue que lo más interesante estaba al este, siguiendo por
Riverfront Avenue, paralela al río. Allí estaban River Café, Eau Claire Market,
el Calgary Chinese Cultural Center, que vimos en la lejanía, Chinatown, Glen
Bow Museum, la torre de comunicaciones de Calgary, Arts Commons o el National
Music Center. Una parte lo visitamos a nuestro regreso.
Entramos en una tienda,
compramos todo lo necesario para la cena y el desayuno y nos refugiamos en el
hotel. Hacía un frío tremendo en las habitaciones.
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