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Viaje a Alaska y Canadá 95. Del embarque a las primeras maniobras.

 


La hora límite para embarcar estaba fijada a las cinco y media. Los rezagados apretaban el paso y dejaban Haines sumido en la más profunda tranquilidad. Hasta el mar parecía más sobrio. El cielo echó el telón con parsimonia, se vistió de nubes grises sin demasiada convicción y simuló un atardecer adelantado.

Desde la atalaya de las cubiertas superiores observé al otro crucero que había quedado fondeado en la misma ensenada. Formaba una preciosa estampa, muy marinera, de catálogo para convencer a los clientes de que en Alaska el paraíso existía y era accesible. Le reté a que se combinara con el paisaje para pagarme tributo en forma de bellas imágenes. Era un fiel servidor que me ayudó a volver a contemplar ese entorno con otros ojos, con otra mirada.



El barco empezó a separarse del muelle en una maniobra que ya me resultaba familiar. Me equivoqué totalmente sobre la dirección que tomaría. No importaba porque el trayecto de la tarde fue muy hermoso. Los tramos que transcurrían por canales entre islas eran siempre espectaculares. Por eso fui de un lado al otro del barco para retener esas impactantes perspectivas. Los árboles parecían agujas clavadas en las paredes casi verticales de las montañas. Cuando creía que era imposible el más mínimo rastro humano permanente apareció una casita incrustada en el bosque o un faro arropado por el verdor intenso.

La altura de las montañas me hizo sentir pequeño, indefenso, vulnerable, a merced de ese medio que si quisiera me aplastaría sin remisión. Pero al ser tan insignificante no llamaba su atención y no merecía una demostración de violencia, sí de la grandeza ciclópea del pasillo marino.

La salida de puerto y su prolongación llenó de prodigios naturales mi espíritu. Si hubiera estado inspirado, habría sabido entresacar de los picos nevados, los glaciares somnolientos o las grietas entre montañas las leyendas que trazaron los dioses antiguos. El frío intentó devastar mi ánimo y se coló por todas partes. No lo consiguió y recurrí a uno de mis trucos: bajar a la piscina cubierta para recuperar el calor del cuerpo.

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