El río era un santuario para las
águilas calvas. Su población no era demasiado abundante en aquel tramo. Habrían
de llegar los meses de octubre y noviembre para que se reunieran unas tres mil
quinientas que aprovecharían el último remonte del salmón de Alaska. Era la
asamblea de las águilas, que había dado lugar al festival anual de las águilas
de Haines, según leí en la guía.
Había que estar atentos. En
general, las detectabas por su cabeza blanca, por algún movimiento de sus alas.
Nos acercaron hasta uno de sus nidos. Sobre una rama, en medio del cauce, dos águilas
miraban hacia el horizonte, como si estuvieran deliberando sobre los pros y
contras de autorizar aquella mina que podía destruir el entorno. Fueron
apareciendo otras. Alguna inició un vuelo bajo.
Encallamos varias veces. Docky pidió
nuestra colaboración para que saltáramos con insistencia sobre la superficie
inflada y poder liberarnos de la presa de barro gris y piedras sobre la que
transitábamos. Mientras, él tiraba de la embarcación, saltaba de regreso, se
afanaba con los remos, girábamos varias veces, topábamos con un realce del
terreno. La corriente nos arrastró, nos descolgamos del resto del grupo,
contemplamos las montañas que nos observaban con curiosidad. Nos olvidamos por
un momento de las águilas calvas, que quizá se cachondeaban de nosotros y pensaban
que éramos otros más que quedaban atrapados temporalmente.
Charlamos con nuestros
compañeros de embarcación, quienes nos contaron que habían estado en una boda
en San Javier, hace algún tiempo. Les comenté que mi familia era de Murcia. Se
quedaron callados. Sin duda, no lo situaban en el mapa y, menos, cerca de San
Javier. Se pausó el avance y nos permitió admirar el paisaje, hacer fotos sin
estar pendientes de la seguridad. El río buscaba su identidad insistentemente.
Llegamos al final del recorrido.
Las embarcaciones se acumularon en un recodo. Habían instalado una mesa con
todo lo necesario para el almuerzo. Ofrecían café o chocolate caliente y un
emparedado para reponer las fuerzas. Lo agradecimos, aunque el esfuerzo había
sido menor del que esperábamos. La aventura había sido suave, interesante,
satisfactoria.
Regresamos al muelle y decidimos
dar un paseo.
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