Sobre la laguna flotaban un par
de islotes de hielo azul con alguna veta negra. Otros más pequeños habían
quedado a la deriva en la parte más alejada del glaciar. No sabríamos muy bien
la altura de las montañas circundantes hasta que la niebla no las liberara. Eran
portentos de rostro hosco.
Una senda serpenteaba por el
terreno y nos condujo hasta otro mirador privilegiado. Todo el mundo buscaba
inmortalizarse y se organizó un carajal considerable, con algunas escenas de
mala educación. Las fotografías no estaban reñidas con el buen comportamiento,
aunque algunas personas se habían olvidado de algo tan básico.
Desde aquel lugar la cascada
mostraba su altura, su color tirando a pardo por el arrastre de materiales. Su
cabellera dispersa rebotaba contra el lecho y la arrojaba en horizontal
lanzando por los aires otra cola extensa que flotaba en el ambiente: la niebla
no podía con ella. Sin embargo, lo había conseguido con el resto de los
elementos del paisaje. Había desaparecido completamente la escena, lo que nos
dejó impresionados.
Observando aquel paisaje sentí
que aquel lugar ponía a prueba la resistencia de las personas, no solo en lo
físico, también en lo espiritual. Alguien con una intensa vida interior
encontraría en el mismo, dominado por lo agreste y lo salvaje, el entorno
necesario para la introspección, para la meditación, para encontrarse a sí
mismo y crecer como persona al margen de la vorágine del mundo moderno. Era un
lugar para eremitas, para místicos o para solitarios pensadores.
Sin embargo, sus visitantes
habían sido mineros y buscavidas, cazadores o tramperos, gentes que no apreciaron
la belleza y que no la utilizaron para su desarrollo personal. El paisaje
estaba poblado de accidentes geológicos que impedían o dificultaban su avance
en busca de riquezas materiales, como pieles o metales preciosos. El ecologismo
y el amor por la naturaleza no era consustancial con sus personalidades ni con
los objetivos que se habían trazado al trasladarse a aquella última frontera
áspera y vengativa, capaz de arrancar la vida a quienes no cumplieran con sus
dictados. Sin embargo, no cambió mi percepción sobre el lugar.
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