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Viaje a Alaska y Canadá 81. La cascada Nugget y el glaciar Mendenhall I

 


Sobre la laguna flotaban un par de islotes de hielo azul con alguna veta negra. Otros más pequeños habían quedado a la deriva en la parte más alejada del glaciar. No sabríamos muy bien la altura de las montañas circundantes hasta que la niebla no las liberara. Eran portentos de rostro hosco.

Una senda serpenteaba por el terreno y nos condujo hasta otro mirador privilegiado. Todo el mundo buscaba inmortalizarse y se organizó un carajal considerable, con algunas escenas de mala educación. Las fotografías no estaban reñidas con el buen comportamiento, aunque algunas personas se habían olvidado de algo tan básico.

Desde aquel lugar la cascada mostraba su altura, su color tirando a pardo por el arrastre de materiales. Su cabellera dispersa rebotaba contra el lecho y la arrojaba en horizontal lanzando por los aires otra cola extensa que flotaba en el ambiente: la niebla no podía con ella. Sin embargo, lo había conseguido con el resto de los elementos del paisaje. Había desaparecido completamente la escena, lo que nos dejó impresionados.



Observando aquel paisaje sentí que aquel lugar ponía a prueba la resistencia de las personas, no solo en lo físico, también en lo espiritual. Alguien con una intensa vida interior encontraría en el mismo, dominado por lo agreste y lo salvaje, el entorno necesario para la introspección, para la meditación, para encontrarse a sí mismo y crecer como persona al margen de la vorágine del mundo moderno. Era un lugar para eremitas, para místicos o para solitarios pensadores.

Sin embargo, sus visitantes habían sido mineros y buscavidas, cazadores o tramperos, gentes que no apreciaron la belleza y que no la utilizaron para su desarrollo personal. El paisaje estaba poblado de accidentes geológicos que impedían o dificultaban su avance en busca de riquezas materiales, como pieles o metales preciosos. El ecologismo y el amor por la naturaleza no era consustancial con sus personalidades ni con los objetivos que se habían trazado al trasladarse a aquella última frontera áspera y vengativa, capaz de arrancar la vida a quienes no cumplieran con sus dictados. Sin embargo, no cambió mi percepción sobre el lugar.

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