La lluvia nos acompañaba con
fidelidad y una fuerza acariciante, constante, sin permitir que nos olvidáramos
de su suave presencia. Cuando bajamos del autobús nos encontramos a un amplio
grupo de gente que esperaba para entrar en el refugio de osos.
Contemplar osos era una de las
aspiraciones de todo buen visitante a Alaska. De apariencia pacífica y
bonachona, la realidad es que los plantígrados podían ser tremendamente
agresivos y peligrosos y sus ataques se solían saldar con importantes lesiones
y secuelas o con la muerte. Por eso, contemplarlos en un ambiente de semi
libertad era la mejor alternativa. No sabíamos cómo reaccionaríamos ante un
encuentro casual en medio del bosque. Si nos encontráramos entre una osa y sus
crías estaba claro que la madre defendería a sus oseznos incluso con su vida y
a costa de la nuestra.
Semanas después de regresar del
viaje volví a ver la película El renacido, protagonizada por Leonardo
DiCaprio. Reflejaba la dureza de la vida de los tramperos, unos paisajes
nevados preciosos que guardaban peligros salvajes, como el ataque de un oso en
una de las escenas (antes habían sido atacados por los indios y el grupo al que
servía como guía queda diezmado). Era brutal, muy real. La aparición de un
osezno le pone en guardia. La madre entra en carrera y lo derriba, le clava sus
garras y fauces, lo destroza. Aún así, sobrevive, algo milagros. Había que dar
la razón al título de la película.
El territorio de estos animales
había quedado reducido paulatinamente. Los osos se sentían asediados y acababan
atacando a los humanos. Eso había causado un número mayor de crías que quedaban
huérfanas y que hubieran muerto de inanición de no ser por esta iniciativa que
se financiaba exclusivamente con donaciones y el precio de las entradas. Por
eso, durante la pandemia habían sufrido enormemente la caída de visitantes,
unos veinte mil en épocas normales.
El estado de Alaska carecía de
un programa de rehabilitación para los cachorros. Sin esta ONG, el Departamento
de Pesca y Ocio de Alaska se vería obligado a sacrificar a los animales.
Mientras no se modificara la legislación vigente, no estaba permitido devolver
a los animales a su hábitat natural. Algunos ejemplares habían sido enviados a
lugares como el zoo del Bronx, el Montana Grizzli Encounter o el International Exotic
Animal Sanctuary, en Boyd, Texas. La misión de esta institución que visitábamos
era favorecer la protección y cuidado de los animales rescatados en un ambiente
enriquecedor y educacional. Algo muy meritorio.
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