Unos golpecitos en la puerta del
camarote a las 8 de la mañana me sacaron de la cama. Eran José Ramón y Javier
que se iban a desayunar. Aquel lunes era día de navegación, sin obligaciones de
horario. Nuestros amigos se habían acostado pronto y se fueron a desayunar al
mismo restaurante de la cena. El horario era más restringido, de 8 a 9,30.
Media hora más tarde nos
desperezamos, nos duchamos y salimos a desayunar al buffet de la cubierta 11.
Estaba bastante lleno, aunque tuvimos suerte y encontramos una mesa libre. La
oferta de alimentos era enorme y la tentación de un desayuno excesivo era
evidente. Comimos algo más de lo habitual, sin exageración, como si lo hicieron
otros pasajeros que debían pensar que el barco caería en el desabastecimiento.
Después de lavarnos los dientes
Jesús se fue al Safari Club, en la popa. Era un bar tranquilo que utilizaban
para presentaciones y alguna actividad. Desde sus cristaleras se disfrutaba de
una atrayente visión de la enorme estela que dejaba el barco. Me fui a las
cubiertas superiores.
Nuestro crucero podría haberse
denominado la ruta por el Paso del Interior (Inside Passage), que
transcurría entre las islas pegadas a la costa. Arrancaba en Seattle y
terminaba en Skagway, cerca de Haines, nuestro tercer destino. Recorría unas mil
millas, unos mil seiscientos kilómetros.
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