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Viaje a Alaska y Canadá 33. Chinatown, Government Street y el Parlamento.

 


Por Fam Tam Alley, un estrecho callejón, accedimos a Chinatown. La razón que ofrecía Kim en cuanto a la configuración del mismo era que en el barrio se consumía opio, tan ilegal como popular. La estrechez de esta entrada facilitaba la huida cuando la policía intentaba una redada. Ahora era muy comercial, con buenas tiendas, farolillos chinos y los rótulos de los negocios que eran un lujo de creatividad.

La primera oleada de chinos llegó en 1858 procedente de San Francisco atraídos por la fiebre del oro del valle inferior del río Fraser. La construcción del ferrocarril atrajo una nueva generación en la década de 1880, según leí en la guía.



Junto a la monumental puerta ritual colocaron una inscripción en la que la asamblea de Columbia Británica se disculpaba por el trato discriminatorio sufrido por la comunidad china, que ya conocíamos por el Chinatown de Vancouver. Los herederos de aquellos primeros emigrantes y los sucesivos contingentes habían creado un barrio comercial próspero donde tenían su sede empresas de importación y exportación.

En las alturas pululaban dragones simpáticos enroscados a las farolas.



Bajamos por Government Street, Jesús entró en varias tiendas para unas compras (el ave totémica que adquirió tenía muy buena pinta), entramos en un sitio para comprar algo rápido y ligero para comer, contemplamos los edificios con cierto tono británico, y llegamos al Inner Harbour con su puerto deportivo y un puente plagado de candados. Tuvimos la suerte de ver el final de una competición de canoas tradicionales.



Al final del jardín del Parlamento, cerca de la majestuosa estatua de la reina Victoria, se desplegaba una manifestación pacífica y curiosa. Las pancartas eran variopintas, desde “my body, my choice” (mi cuerpo, mi elección), “defend Canada, support farmers” (defiende Canadá, apoya a los granjeros), hasta una que decía que el único insecto que debería comerse era a su Primer Ministro. Protestaban por los controles, porque no se dieran a conocer todos los aspectos de la democracia y se extirpara la propaganda, o que los telediarios fueran la causa de los miedos y la ansiedad de la población. Proliferaban las banderas canadienses.

Nos acercamos a los vistosos tótems de aquella extensión de césped, observamos a la gente tumbada y relajada y esperamos la llegada del resto de nuestro grupo. El siguiente destino eran los Butchart Gardens.

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