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Viaje a Alaska y Canadá 27. Un espíritu luchador: Terry Fox.

 


El primer lugar al que nos llevó Kim estaba a las afueras de Victoria. Junto a Beacon Hill Park, lugar habitual de expansión de los victorianos, se alzaba la estatua que homenajeaba a un héroe local: Terry Fox. Terrance Stanley Fox fue un buen deportista, pero, ante todo, fue un luchador. No le sonrió la suerte y con 18 años le amputaron la pierna derecha al diagnosticarle un tipo de cáncer de huesos. Siguió jugando al baloncesto, en silla de ruedas, y corriendo con una pierna ortopédica. Con aquella primitiva prótesis inició una marcha reivindicativa a finales de 1979, el Maratón de la Esperanza. Quería atravesar el país de costa a costa y recaudar dinero para la lucha contra el cáncer. Pretendía recaudar un dólar canadiense por cada habitante del país (en aquel entonces, 24 millones). Empezó en San Juan de Terranova, en el Atlántico, y diariamente corrió el correspondiente a un maratón, 42 kilómetros. Su objetivo era Victoria, a 8.000 kilómetros. Al llegar a Ontario ya era famoso. Los políticos querían fotografiarse con él. Pero el cáncer se fue extendiendo y tuvo que abandonar cuando le alcanzó a los pulmones y llevaba más de 5.000 kilómetros y 143 días. Murió antes de cumplir los 23 años. Una placa marcaba el kilómetro cero de la Transcanadiense que une este punto con San Juan de Terranova.



La carrera Terry Fox se celebra anualmente desde 1981 en más de 60 países para recaudar fondos.

La persona de Terry Fox y su lucha me hizo pensar sobre la personalidad de los canadienses, gente con espíritu emprendedor, de lucha, que no se amilanaba ante un territorio inexplorado o ante montañas aparentemente inaccesibles.  Ese era el carácter de los emigrantes que habían hecho crecer al país y que formaban un crisol de razas y credos que dotaban a la nación de tolerancia y diversidad.

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