Hacia la izquierda había
aparecido una línea de montañas que no sabíamos definir como las islas que
anunciaban nuestros planos. Quizá eran Galiano (que tomaba su nombre del
ilustre navegante español Alcalá Galiano, que estuvo en estos mares y encontró
la muerte en Trafalgar), Mayne, Saturna, North y South Pender, Moresby y, la
mayor, Salt Springs. Al otro lado de la frontera, en el estadounidense, los
archipiélagos de San Juan (por Juan de Fuca) y Orcas.
En la costa oeste de la isla de
Vancouver aparecían otros nombres de resonancia española, como los relacionados
con Juan de Fuca: Juan de Fuca China Beach, Juan de Fuca Provincial Park, el estrecho
de Juan de Fuca, la dorsal de Juan de Fuca, la placa de Juan de Fuca. Y Tofino
(que había perdido la ñ al adaptarse al inglés, por el cartógrafo Vicente Tofiño
de San Miguel).
La frontera entre Columbia Británica
y Estados Unidos fue motivo de grandes controversias en el siglo XIX. El Tratado
de Oregón de 1846 parecía haber resuelto el caso trazando la frontera en el
paralelo 49 grados norte. Sin embargo, quedaban las islas de San Juan, que por
su importancia estratégica controlaban el paso por los estrechos de Haro y
Rosario (nuevas referencias españolas) hacia el estrecho de Georgia. Se
produjeron diversos incidentes. El más curioso es la denominada Guerra del Cerdo,
que inició la invasión de un cerdo de una granja británica en la de un granjero
estadounidense. La escalada de tensión pudo haber generado una auténtica
guerra. Al final, las islas de San Juan pasaron a soberanía de Estados Unidos.
Como curiosidad adicional, en el
encuentro que tuvieron Bodega y Quadra y George Vancouver en 1792, comisionados
por España y Reino Unido para trazar las fronteras, dejaron las bases para ese
reparto de territorios. Se acordó que la isla Vancouver se denominaría isla de Quadra
y Vancouver. La relación había sido tan cordial que se intercambiaron los mapas
que habían trazado de la zona.
El paisaje me pareció ajeno a
todas aquellas ambiciones. Quienes habitaban las casas incrustadas en el
velador salvaje probablemente desconocían aquellas disputas y la mala relación
entre estos dos países que en la actualidad era tan fructífera.
Estábamos cerca del norte de la
península Saamish, donde se encontraba la ciudad de Victoria, la capital de la
provincia de Columbia Británica. El cielo amenazaba ligeramente lluvia. Las
nubes no eran lo suficientemente densas y negras para cumplir su amenaza velada.
La travesía había durado hora y media. Desde Swartz Bay, al norte, nos
dirigimos al sur, pasamos Sidney (frente a su costa estaba la isla del mismo
nombre) y por la carretera 17 alcanzamos Victoria. A nuestra izquierda, entre
la península de Saatchi y James Island quedaba Cordova Channel y Cordova Bay. Más
allá, Elk Lake y Haro Strait.
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