En la fachada sur de la
Vancouver Art Gallery aparecía un lema que llamó mi atención: “Placed upon
the Horizon (Casting shadows)” (Colocado sobre el horizonte-arrojando
sombras, sería la traducción). Era obra del artista Lawrence Weiner. Estaba
sobre las columnas del edificio neoclásico. Pero mucho más llamativo era el
despliegue de objetos infantiles en su escalera y varias pancartas alusivas al
genocidio cultural que habían sufrido durante décadas los niños indígenas. En
otras poblaciones del país también se habían desplegado zapatos de niño,
juguetes o peluches que recordaban a los miles de niños indígenas que fueron
separados de sus familias y comunidades para extirparles su historia y cultura,
eliminar su idioma y costumbres y asimilarlos a la tendencia colonial
predominante. El cálculo de ciento cincuenta mil niños podía quedarse corto. En
algunos artículos que leí posteriormente afirmaban que unos seis mil niños podrían
haber muerto a consecuencia de esas políticas. En el lugar especificaban, como
mínimo provisional, el de 10.256. “We are not accepting verbal apologies
this year. Only changed behavior” (No aceptamos este año escusas verbales.
Sólo un cambio de comportamiento), leí en un cartel. Habían encontrado unas mil
trescientas tumbas.
Como me quedé mirando todo
aquello bastante perplejo, se acercó hasta mí una persona de aspecto bastante
peculiar, indígena, sin duda, que empezó a lanzar un discurso al que no presté
demasiada atención al principio y que seguí con cierto esfuerzo al escuchar las
palabras genocidio y abusos. Lamento no haberme enterado mejor, por lo que a nuestro
regreso hice una búsqueda en internet y localicé varios artículos sobre este
tema.
Los más recientes arrancaban del
descubrimiento, en mayo de 2021, de una fosa común con 215 cuerpos de niños
indígenas junto al antiguo internado indio Kamloops Indian Residential School, uno
de los más grandes del país (llegó a haber unos 130 dispersos por su geografía),
que estuvo en funcionamiento entre 1890 y 1969.
En el primer artículo, firmado por Vendon Coburn, profesor asistente en la Universidad de Ottawa y vinculado al Institute of Indigenous Research and Studies, resaltaba que “las vidas indígenas se hacían pedazos, se esterilizaban por completo para borrar cualquier huella heredada de sus padres y ancestros. Y se les reempaquetaba en cuerpos canadienses”.
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