La mañana se presentó poco
seductora. El cielo que había brillado el día anterior se había largado de fin
de semana y había dejado encargada del tiempo a la lluvia. No diluviaba, pero
en cualquier momento podía tomar fuerza y aguarnos la excursión. Preparamos la
mochila con el impermeable. Deseábamos no tener que utilizarlo.
Nos levantamos a las 7 de la
mañana, aunque Jesús y yo llevábamos desde un par de horas antes despiertos, lo
cual parecía ya una costumbre. El jet lag estaba en su apogeo. Sin
embargo, estábamos bastante recuperados. Desayunamos en la habitación y bajamos
a la recepción, donde esperamos un rato a José Ramón y Javier.
En la calle no había un alma. Si
nos hubieran dicho que se había producido una alarma y que habían evacuado la
ciudad nos lo hubiéramos creído. Caminamos hasta el hotel Sheraton, a pocas
manzanas de nuestro hotel. Estaba en Hornby con Helmcken. Chispeaba
testimonialmente.
Pocos minutos después apareció
nuestra conductora y guía, Kim, una mujer simpática y encantadora con aspecto
alternativo, pelo de colores, piercing en la nariz y bermudas, entrada
en carnes. Hablaba pausadamente, aunque reconozco que no le hice demasiado caso.
Jesús siguió sus parrafadas y nos fue instruyendo sobre el desarrollo de la
excursión. Nos sentamos al fondo del microbús.
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