No continuamos hasta el extremo
de Brockton Point y el faro. El Nine O’Clock Gun, un cañón que disparaba una
salva a las nueve de la noche, era otro de sus atractivos. Caminamos hacia el
interior de este oasis verde hasta el lugar donde se alzaban los tótems. Esta
zona la habitaron los squamish.
El tótem era para los indígenas
como su escudo de armas, según explicaba una placa. Eran exclusivos del
noroeste de Canadá, de la Columbia Británica, y de Alaska. Los animales
mitológicos formaban parte de una historia o una leyenda, del pensamiento
ancestral de estas gentes. Carecían de significado religioso, aunque estaban
dotados de una profunda espiritualidad. No eran ídolos sujetos a culto.
Cada figura representaba un
mensaje, era un símbolo. El águila representaba el reino del aire; la ballena,
el del mar; el lobo, el genio de la tierra; el sapo, la transición entre la
tierra y el mar. Del simpático y ácrata cuervo ya habrá tiempo de habar. Al ser
cristianizados estos pueblos se agregaron unas alas en la parte alta que
permitió convertir aquellos símbolos paganos en improvisadas cruces.
Eran muy expresivos y podías
intuir las luchas que reflejaban las historias tradicionales: un ancestro que
sobrevivía a la gran inundación y daba a estas gentes la primera canoa, un
héroe que se sumergía a lomos de una ballena asesina para traer del fondo del
mar el derecho a utilizar las máscaras del mundo marino… Todas eran
apasionantes.
Algunos habían servido como
postes o pilares para sujetar el techo de las viviendas. Lo que veíamos eran
copias. Los originales estaban depositados en museos o habían sido devueltos a
los Pueblos Originarios para que sirvieran a sus ritos y danzas.
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