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Viaje a Alaska y Canadá 16. Marginalidad en Vancouver.

 


La otra cara de la moneda la ofrecía la pobreza y la droga. La marginalidad era soberana en el distrito de Downtown Eastside, entre Gastown y Chinatown. Todos los que nos hablaron de Vancouver nos advirtieron para que lleváramos mucho cuidado en esta zona, que la evitáramos y mucho más al atardecer o por la noche, cuando el peligro crecía exponencialmente. Era el lado más oscuro de la ciudad.

Las calles Maine y Hastings eran conocidas popularmente como Pain & Wasting, dolor y desolación. El ambiente era sucio, cargado de negatividad, con drogadictos destrozados cubiertos de andrajos, sufriendo el mono y con la mirada perdida, abandonados a su suerte, que quizá fuera la delincuencia y una muerte temprana y violenta.



Algo parecido habíamos contemplado en San Francisco cinco años atrás. De pronto, el brillo del sistema se apagaba y daba paso a la derrota, a una exhibición de los que estaban al margen del sistema de riqueza. Era como si la vida pudiera cambiar tan rápidamente como se cruza una calle. Unas calles cargadas de historias de final terrible.

Me pareció, igual que en aquella ocasión, que esas gentes se permitían, se las agrupaba en focos de miseria, se las dejaba a su suerte, en un guetto, sin que la riqueza general quisiera apartar una parte de su dinero para hacerse cargo de los que no habían tenido suerte. Quizá ellos mismos eran los que se negaban a recibir ayuda, a refugiarse en alguna institución donde pudieran ser rehabilitados. Era una obligación de la sociedad: recuperarlos. Me imagino que con la llegada del invierno muchos de ellos contraerían enfermedades graves o serían víctimas del frío.

Rehabilitar la zona pasaba por rehabilitar esas vidas, recuperar esas historias anónimas, buscar las causas y aplicar soluciones. Era una obligación de la comunidad, incluso de los que éramos visitantes por un instante. Algunos voluntarios -no sé si responderían a ese concepto como tales- asistían a los marginados, les daban alimentos, charlaban con ellos, quizá les infundían algo de esperanza. Eran ajenos al peligro. Eran la cara solidaria, aunque limitada.

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