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Descubriendo Portugal 181. Tavira II. Y regreso por Huelva.



Su puerto fue importante durante la época de los Descubrimientos. Hubo un hospital y un centro de avituallamiento. Desde aquí se exportaba al norte de Europa pescado en salazón, almendras, higos y vino. Pero entró en decadencia a principios del siglo XVII al abandonarse la campaña norteafricana y quedar obstruido el puerto por los sedimentos, que impedían que los barcos más grandes entraran al mismo. La peste de 1645 y el terremoto de 1755 consolidaron su decadencia. A principios del siglo XX la pesca del atún y la industria conservera fueron sus fuentes de riqueza, aunque entraron en declive en 1950. Como en otras poblaciones de la región, el turismo había salvado su economía.



Nos metimos hacia la ciudad amurallada por una de sus antiguas puertas, pasamos ante la biblioteca municipal Álvaro de Campos, antigua cárcel transformada por el arquitecto João Luis Carrilho da Graça y entramos en la iglesia de la Misericordia. La Hermandad de la Santa Casa de la Misericordia de Tavira estuvo en el convento de San Francisco y en el hospital del Santo Espíritu hasta que su capacidad financiera le permitió construir su propia casa con su templo en el siglo XVI, según leímos en el folleto que nos entregaron. Fue dirigida la construcción por André Pilarte, que participó en las obras de los Jerónimos, lo cual da idea de su calidad. La iglesia era sencilla por su estructura de tres naves. La exuberancia llegaba en el retablo de la capilla mayor. Nos gustaron los azulejos del zócalo de la iglesia con escenas de las obras de la misericordia y la vida de Cristo. También, el órgano del siglo XVIII.



La entrada permitía el acceso a otras iglesias y al museo Municipal, ubicado en el Palacio da Galería, con una atractiva fachada en que destacaban el pórtico y las ventanas de cantería sobre el blanco del encalado. Tanto el museo como las iglesias cerraban a las cinco, con poco tiempo para visitar cualquiera de ellos. Decidimos caminar por las calles, buscar la sombra y concentrarnos en una idea general. Lo más importante se agrupaba en torno al castillo.

Los daños del terremoto de 1755 habían afectado a las iglesias. Nuevamente, la mezcla de estilos, la conjunción de elementos de diferentes épocas. El resultado era satisfactorio, armónico. Santa María del Castillo se identificaba por la torre del reloj y por estar cerca de la torre de Tavira, el antiguo depósito de agua reconvertido en cámara oscura. Allí yacía Peio Peres y los siete caballeros cuya muerte dio lugar a la conquista de la villa.



La iglesia de Santiago estaba rodeada por otras edificaciones y alzada sobre un pequeño altozano. Esta villa abundaba en miradores desde donde disfrutar de vistas de conjunto. Por supuesto, las torres del castillo ofrecían las mejores perspectivas combinadas con un agradable jardín. Las sombras permitían sentarse tranquilamente a disfrutar del lugar.

Como siguiendo un rito, paseamos por la zona comercial, nos sentamos a tomar un refresco y nos despedimos de Tavira. Nos despedíamos también de Portugal.

Tomamos la autovía y cruzamos el Guadiana rumbo a Huelva. En España había que adelantar el reloj una hora.

 

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