Esta vez optamos por la autovía.
El tiempo se echaba encima. Nos alejamos de la zona de playas, que se extendían
kilómetros hasta la frontera.
A pocos kilómetros de Faro, al
este, se encontraba Olhão. Saramago recogió una leyenda popular que explicaría
la existencia de tantos almendros en la zona. Según se contaba, un rey moro se
casó con una princesa nórdica “que se moría de añoranza de sus nevadas tierras,
cosa que causaba gran pena al rey, que la quería mucho”. Y, para solucionar el
problema, con astucia, plantó millares de almendros, “y un día, floridos todos,
hizo abrir las ventanas del palacio donde la princesa se iba extinguiendo
lentamente. La pobre mujer, viendo cubiertos los campos de flores blancas,
creyó que aquello era nieve, y se curó”.
El escritor portugués da razones
para considerar la historia como falsa. Desde luego era hermosa y romántica y
demostraba lo que se puede hacer por amor. La versión alternativa que ofrecía
no se relacionaba con los almendros, sino con el encalado de las casas. Porque
el rey mandó pintar de blanco los muros de las casas, “en fecha exacta, de la
noche a la mañana”. Al ver la princesa cubierta la ciudad de blanco se curó. De
esta forma no hubo peligro de que las flores de los almendros se marchitaran y
cayeran. Lo cierto es que en el vecino Alentejo no había almendros, que
abundaban en el Algarve.
Aparcamos en una calle insulsa,
bajamos hasta el río Gilão y tuvimos la sensación de haber entrado
anticipadamente en Andalucía. Las casas encaladas agrupadas por la muralla
formaban un conjunto armónico, un lugar estupendo para vivir. Caminamos junto
al río hasta el puente romano, aquel que estaba en la ruta de Castro Marim y Faro.
La Balsa romana, emplazada a 3 kilómetros
de la actual, fue conquistada por los musulmanes en el siglo VIII. Ellos fueron
quienes construyeron el castillo quizá aprovechando los restos de una fortaleza
romana. Según nos informaba la guía, también construyeron dos mezquitas. Nos
trasladamos a mediados del siglo XIII, en concreto a 1242, cuando Paio Peres
Correia conquistó la ciudad. Se dice que como represalia por la muerte de siete
cazadores, como recoge Camoens. La población musulmana fue desplazada
extramuros, al barrio de Mouraria.
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