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Descubriendo Portugal 179. Faro: un paseo.


 

Desde lo alto de la torre abarcábamos la ciudad y sus alrededores, las lagunas del Parque Natural da Ría Fermosa, las marismas, las barcas mecidas por el viento en las aguas calmadas. Más allá, el aeropuerto, puerta de entrada al Algarve para muchos turistas. El tráfico aéreo era intenso.

Visitamos la capilla de San Miguel, con una buena talla del santo, y la de los Huesos, bastante macabra al haber utilizado huesos humanos.

Nos dejamos llevar por el trazado de las calles, sin rumbo, según nuestra intuición. Nos gustaron las calles tranquilas. Hacía un calor tremendo.



En una de aquellas plazas el restaurante Taberna Modesto nos atrajo, ocupado por gente local, lo que nos dio buena impresión. Los platos que sacaban tenían buena pinta y desplegaban un aroma cautivador. Era aún pronto, pero el calor terminó por convencernos y nos sentamos. Pedimos una de las especialidades de la casa y de la zona: la cataplana de marisco. Las preparaban también de pescado, mixtas y con otras aportaciones. La cataplana era una caldereta que se cocía en una salsa tipo marinera. La que pedimos llevaba buey de mar, langostinos, cigalas, almejas, chirlas, berberechos, mejillones... en cantidades enormes. De acompañamiento, patatas fritas. No pudimos terminarla. Su precio, 45 euros, nos pareció barato.

Para bajar lo que nos habíamos comido dimos un paseo por la zona comercial, similar a la de Lagos. Abundaban las tiendas, los bares, los restaurantes. La animación estaba adormecida. El calor no perdonaba.

Nos quedamos sin ver la iglesia do Carmo y la de San Pedro. Y los museos, el Municipal y el Regional. Motivo adicional para regresar con más tiempo.

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