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Descubriendo Portugal 176. El señor Cruzeiro.

 


En un extremo del pueblo nos atendió Augusto, el dueño del restaurante O Cruzeiro, que rajaba por los codos y nos ofreció el especial de la casa a base de camarones (langostinos), patatas fritas y una salsa marinera picante que se trajo de Estados Unidos, donde estuvo trabajando durante décadas. Solo había una familia con una señora de 102 años y una pareja mayor. Según nos comentó, acudían grandes grupos de españoles. Pedimos un vino blanco del Alentejo y como aperitivo tomamos un paté de sardinas y queso local. Para no mancharnos nos pusieron un babero. El postre fue un pastel de patata dulce. Todo estuvo delicioso.

Augusto Cruzeiro hablaba por los codos, como ya he dicho y reitero. Vamos, era un brasas. Era aficionado del Oporto y un personaje curioso. Cuando entramos para preguntarle si podíamos cenar nos pegó un rollo impresionante que no entendimos, aunque intuimos que tendríamos suerte. Eran las 9,20 y cerraba la cocina a las 9,30. Nos explicó que el especial de la casa le gustaba a todo el mundo y, especialmente a los españoles. Valía 25 euros y era para dos personas.

Cuando se fueron los demás clientes se enrolló con nosotros. Nos trajo un chupito de madroño, bastante caro, y nos dijo que llevaba sesenta años trabajando, desde los once. Parece que participó en la guerra de África, aunque mi comprensión de su verborrea era defectuosa. Estuvo en Estados Unidos. Un plato colgado de la pared con ambas banderas, portuguesa y estadounidense, era el signo de su devoción. Nos trajo las dos cartas recibidas de la Casa Blanca en que le concedían ayudas para la reconstrucción. Entre Trump y Biden le habían entregado 6.400 dólares.

Criticaba abiertamente al gobierno portugués y a nuestro presidente del Gobierno. El año anterior había tenido que cerrar durante tres meses. En este 2021, nada menos que cuatro meses y medio.

Por supuesto, nos hizo la cuenta en un papel y le pagamos en efectivo.

Poco antes de las once no había nadie en la calle.


 

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