Meses después de nuestro regreso
encontré un texto de Pessoa en una recopilación de sus heterónimos que me
resultó bastante curioso:
Como
portugueses, nos conviene saber que somos
a) adaptabilidad,
que en lo mental da la inestabilidad, y por lo tanto la diversificación del
individuo dentro de sí mismo. El buen portugués es varias personas.
b) la
predominancia de la emoción sobre la pasión. Somos tiernos y poco intensos, a
diferencia de los españoles nuestros opuestos absolutos, que son apasionados y
fríos. Esto, en lo mental superior, da la (un signo difícil de transcribir).
c) Nunca
me siento tan portuguesmente yo como cuando me siento diferente de mí: Alberto Caeiro,
Ricardo Reis, Álvaro de Campos, Fernando Pessoa y cuántos más haya habidos o
por haber.
Me he acordado del mismo al hilo
de nuestras gestiones para reservar restaurante aquella tarde-noche. Quizá no
tenga tanta relación para los demás. Lo dejo a criterio del lector.
Cuando regresábamos hacia Rogil
paramos en Aljezur para reservar en el restaurante que nos habían aconsejado
María y Borja, Pont a Pé. Al cabo de un rato, Jose salió con cara de
pocos amigos ya que el dueño había estado bastante borde. No parecía que
aplicara la adaptabilidad. Por supuesto, no había podido reservar. Lo que más
le cabreaba era que le habían hecho de menos. Antes, habían admitido la reserva
de un inglés mientras que a él le despacharon con cajas destempladas. Los
españoles éramos los opuestos absolutos de Pessoa. Los de la restauración
estaban desbordados y trataban mal al turista.
Antes de ir al hotel fuimos al
restaurante Santola, que nos aconsejara el día anterior la dueña del
hotel, con igual resultado que en el anterior. Tanto en lo referente a la
reserva como al trato. No sé si el encargado se sentía diferente de sí mismo y
lo pagó con Jose.
Nos duchamos rápido y buscamos
acomodo en Rogil. Había poca oferta: un sitio de pizzas para llevar, atestado,
algún bar que cerraba a la caída de la tarde.
0 comments:
Publicar un comentario