La ciudad fue un importante
centro de venta de esclavos africanos. Visitamos el museo que ocupaba el lugar
del antiguo mercado. Cuando lo visitó Saramago era un depósito de materiales de
construcción y aparcamiento de motocicletas, como si quisiera olvidarse aquella
actividad. Procuraba presentar una reflexión sobre el comercio de vidas humanas.
Hasta la llegada de los portugueses, hubo pocos esclavos en nuestro continente.
Su tráfico estuvo dominado por los reinos del Magreb o por los árabes en el
Índico. Al traer un mayor número de esclavos, su precio bajó y se popularizaron
en Portugal y en Europa. Luego serían llevados de forma masiva a América.
El museo era pequeño e
interesante, con algunas piezas originales y muchos paneles explicativos. Nos
llamaron la atención el montaje de un esclavo que parecía arrastrar con su
cabeza una pesada carga, y los grilletes que portó uno de aquellos desdichados.
Nuestra última visita nos llevó
hasta la fortaleza da Porta da Bandeira. Pasamos ante una blanca iglesia, las
murallas, una de las antiguas puertas, los jardines con palmeras. Desde lo alto
de la fortaleza contemplamos el mar, la Meia Praia, al otro lado, la
desembocadura del río.
En una playa contigua se alzaban
unas formaciones rocosas que se adentraban en el mar.
Regresamos por el interior.
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