En 1576 empezó a perfilar la
idea de conquistar Fez. Pidió consejo a su tío Felipe II y éste intentó que
abandonara la empresa. No era partidario de abrir un nuevo frente mientras
negociaba una tregua con los turcos en el Mediterráneo. No le convenció y, al
menos, trató de evitar su implicación personal en la campaña. Le ayudó con cincuenta
galeras y cinco mil soldados españoles.
La flota partió de Belém el 24
de junio de 1578 con ochocientas naves de diferentes tamaños y veinte mil
hombres de diferentes procedencias. Una cuarta parte eran extranjeros. Desde Lagos
desembarcaron en Arcila, cerca de Tánger.
Las tropas se fueron internando
en el desierto, en el arenal del poema; al otro lado, la llamada a la yihad,
la guerra santa contra el infiel invasor, había reunido hasta setenta mil
hombres bien entrenados, profesionales.
El 4 de agosto de 1578, bajo un
calor extremo, entraron en combate en Alcazarquivir. La derrota fue tremenda.
Murieron unos ocho mil cristianos y unos seis mil marroquíes. Muchos nobles
portugueses fueron apresados. El rescate que hubo que pagar agotó las arcas
portuguesas.
El rey don Sebastián murió en la
contienda. Su cadáver no pudo ser identificado inicialmente. Es ahí donde
empieza la leyenda de que el rey no había muerto y de que el rey “durmiente” regresaría
a Portugal para ayudar al país en sus horas más difíciles. Nuevamente regreso a
Pessoa:
¡Esperad! Caí en el
arenal y en la hora adversa
que Dios concede a los
suyos
para el momento en que el
alma queda inmersa
en sueños que son Dios.
¿Qué importa el arenal y
la muerte y la desventura
si con Dios me guardé?
Es el que soñé, que
eterno dura,
es Ese como regresaré.
El movimiento místico-secular
del Sebastianismo confía en la reencarnación de su rey que regresará con una
dimensión superior a la anterior: la de su desmesurado sueño. El Sebastianismo
tiene fe en el retorno de Portugal a un papel preponderante en el orden mundial,
al “Quinto Imperio” que refería Pessoa en sus escritos.
El cadáver del resulto rey fue
recuperado y sepultado inicialmente en Alcazarquivir. Posteriormente, fue
trasladado a Lisboa y enterrado en los Jerónimos de Belém.
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