Nuevamente nuestra maniobra en
el hotel fue rápida. Nos duchamos, nos vestimos y tomamos el coche para bajar a
Aljezur. Ya era de noche.
No llevábamos mucha intención de
cenar. Al otro lado del río, en el café do Ponte, puente que se llevó una riada
a mitad del siglo XX, nos sentamos a tomar una cerveza.
Los ríos de las Cercas y de las
Alfombras se unían formando el río Aljezur, que fue navegable hasta el siglo
XV. Desembocaba en la playa de Amoreira. El río envolvía la colina donde se
alzaba el castillo, de origen almohade, y la ciudad antigua. El terremoto de
1755 destruyó la población y se decidió trasladarla a la zona baja.
Era el único puerto seguro entre
Sagres y Alcácer do Sal, lo que pronto la convirtió en un punto comercial donde
se realizaban importantes transacciones y donde se recaudaban sus impuestos.
Fundada por los musulmanes en el
siglo X, fue reconquistada por Alfonso III en el siglo XIII. Dinís I le
concedió fuero en 1280 y Manuel I el título de Noble y Honrada Villa el 1 de
junio de 1504. Estaba clara su importancia para todos aquellos que pasaron por
estas tierras en cuyas vegas se producía una patata dulce con Indicación Geográfica
Protegida (como nuestra denominación de origen). Por supuesto, en la
actualidad, el turismo era su principal fuente de riqueza.
Pedimos una segunda ronda de
cervezas y unos sándwiches, más por no irnos con la tripa vacía que por sufrir
los embates del hambre. La terraza se fue despoblando de familias y las
camareras empezaron a recoger.
Dimos un breve paseo por la
parte baja. Aún no eran las diez y media de la noche y estaba casi todo
cerrado, salvo algún restaurante. Nos asomamos a las calles que ascendían en
zigzag y nos dio pereza. Aplazamos para el día siguiente subir al castillo.
A las once estábamos en el
hotel. En Rogil no había nada que hacer. Dormimos cubiertos por los edredones.
0 comments:
Publicar un comentario