Media hora más tarde estábamos
en Rogil, una freguesía de Aljezur estructurada en torno a la carretera.
Nos sorprendió que tuviera más servicios de los que imaginábamos. Estábamos a
algo menos de 10 kilómetros de Aljezur y bien posicionados para las playas y
otros atractivos de la zona.
El hotel Alcatruz era un
agradable hotel con encanto. Estaba nuevo y montado con gusto. La mayoría de
los clientes eran parejas jóvenes, como comprobamos en el desayuno. Jose se
hizo la prueba de autodiagnóstico, yo aparqué el coche, la dueña nos hizo
esperar hasta que tuvimos el resultado para subir el equipaje y poco después
nos fuimos a la playa. Elegimos la más cercana, Correagem. A la salida del
pueblo tomamos una carretera que se convirtió pronto en camino de polvo y
baches. No tuvimos problemas para aparcar cerca de la playa porque ya mucha
gente regresaba.
Estaba encajada entre
acantilados poderosos. Desde ellos se accedía por una escalera de madera hasta
la ancha playa. Las mareas debían ser bastante intensas. Afloraban rocas que
nos parecieron formaciones de origen volcánico. Le daban ese toque natural y
salvaje que hacía tan atractivas estas playas. El agua estaba helada. No
obstante, tuvimos nuestro breve bautizo del Algarve. Nos dimos un paseo
mientras el sol se iba recostando en el horizonte y perdía fuerza.
Desde el atardecer de nuestra
llegada a Oporto no habíamos podido disfrutar con calma de las evoluciones y
los juegos del sol con el mar que le servía de refugio. La playa se vaciaba y
quedaban los que querían disfrutar con el espectáculo. El oleaje pausado daba
tranquilidad al momento.
Después de un día tan completo y
ajetreado nos dejamos mecer por la relajación. Era nuestro tiempo de descanso,
de tumbarnos en la arena y dejar pasar el tiempo sin preocupaciones. Nos
vinieron a la mente unos versos de Pessoa, de Mensaje:
Señor, ha caído la noche
y el alma es vil.
¡Tanta fue la tormenta y
la voluntad!
Nos quedan hoy, en el
silencio hostil,
El mar universal y la
saudade.
Al empezar el frescor del atardecer
nos marchamos. Con saudade, por supuesto.
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