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Descubriendo Portugal 156. Mariscada de desagravio.


 

Salimos a las ocho de la tarde, cuando el calor se apaciguaba y la gente volvía a atreverse a caminar por la calle. El coche se quedó en el hotel y nos fuimos al centro caminando. Estábamos más cerca de lo que imaginábamos. Nuestra visión de la ciudad con aquel atardecer avanzado requería el ritual de los pasos de los viajeros sensibles.

El ritual de la caza y captura del restaurante deseado había vuelto a apostar a los veraneantes en las terrazas y a la puerta de los establecimientos. Menos mal que Jose había hecho una reserva en Sab’a Mar, una marisquería que gozaba de buena fama. Hasta las nueve podíamos pasear, saludar la estatua de Carlos Rodrígues, conocido como Manel Bola, sentarnos junto al gracioso calamar del que salían los chocos y contemplar con calma las casas de colores.

La cena consistió en una mariscada a base de buey de mar, langostinos, mejillones, almejas, berberechos, navajas y choco con el acompañamiento de patatas fritas, dos cervezas, dos copas de vino de la zona y buena charla. De postre, una especie de crema catalana y un chupito. Y todo por 82,40 euros, una ganga. Nos quitamos los sinsabores de la noche anterior.

Por supuesto, nos vino bien caminar de regreso al hotel.

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