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Descubriendo Portugal 155. En el hogar de Bocage.


 

La casa de Bocage estaba en un barrio que hoy calificaríamos de marginal. No era peligroso, pero no lo hubiéramos visitado de no ser por el ilustre poeta, polémico, controvertido, genial, como afirmaba el folleto que nos entregaron. Fue contra los dictados de su tiempo, en que se atisbaban los profundos cambios que se fueron consolidando a lo largo del siglo XIX.

En la planta baja nos recordaron su biografía contextualizada con los eventos históricos que le tocó vivir. Alexandre Herculano destacaba su papel como “precursor de la nueva literatura hecha para la plaza pública y no para los salones”. Un hombre culto al servicio del pueblo. En la planta superior guardaban varios cuadros de amplio simbolismo que nos explicó un señor mayor con el mayor de los cariños. Alguno de ellos gozaba del mismo carácter irreverente de que hizo gala nuestro ilustre escritor.

Nuestro guía nos mostró también el legado del gran fotógrafo local Américo Ribeiro, que fue quien mejor retrató a la ciudad y sus alrededores, como rezaba una placa. Sus fotografías en blanco y negro estaban por todas partes, incluso en la recepción de nuestro hotel. Su archivo estaba compuesto de 142.000 imágenes. Nos mostró algunas de las más señeras y fuimos repasando los lugares alternando lo actual y lo antiguo. Nos enseñó sus cámaras como el gran tesoro que eran. Un gran honor, que disfrutamos.

Al final, tuvimos que correr para que no nos multaran por exceder el tiempo de aparcamiento. Aun paramos para observar una antigua factoría romana de salazones que reposaba en los sótanos de una tienda.

Tomamos un refresco en la cafetería del hotel y nos subimos a la habitación a dormir una siesta tardía. Nos la habíamos ganado.

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