Durante siglos, la riqueza de la
ciudad procedió del mar. La abundante pesca y su procesado estuvieron en la
base de la prosperidad. Desde los salazones romanos hasta las conservas más
contemporáneas. Ese pasado se encontraba en el museo del Trabajo Michel
Giacometti.
Giacometti nació en Córcega en
1929 y fue un reputado musicólogo que viajó por el mundo antes de establecerse
en Setúbal en 1959. Durante treinta años se dedicó a recopilar tradiciones
orales que de otra forma se hubieran perdido u olvidado. También recopiló
muchos objetos de carácter etnográfico. Junto con la colección “reunida en 1975
por los alumnos del Servicio Estudiantil, en el marco del Plan de Trabajo y
Cultura”, y con su supervisión, nació el museo del Trabajo de Setúbal. Y con su
nombre actual abrió sus puertas en 1995 en la antigua Fábrica de Conservas
Alimenticias de M. Parienes Ltda.
El museo era curioso y
atractivo. Centrado en la industria conservera había reunido objetos que
abarcaban todo el proceso productivo, incluso la distribución, que se reflejaba
en la exacta reproducción de una tienda de ultramarinos de hace varias décadas.
La maquinaria, las oficinas, los objetos cotidianos en su ámbito natural nos
fidelizaron durante más tiempo del que imaginábamos. Jose se centró en los
diseños de las latas que reflejaban las tendencias artísticas y de marketing de
un amplio espectro temporal. Eso propició la reunión en la ciudad de reputados
artistas, como ocurrió en España en la zona de Murcia con la industria
conservera alimenticia. El diseño de marcas y logos con la orientación hacia
los mercados nacional y extranjero era un legado artístico importante.
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