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Descubriendo Portugal 149. El castillo de Palmela y la Orden de Santiago II


 

Habíamos atisbado la fortaleza desde el mar. Era una presencia imponente que sobresalía por encima de las montañas. Era un lugar estratégico entre los estuarios del Tajo y el Sado. Por ello, la zona estuvo habitada incluso antes de las ocupaciones romana y visigoda. Fueron los árabes los que construyeron la primera fortaleza que fue el precedente de la que contemplábamos. Conquistada por el primer rey portugués, Afonso Henríquez, reconquistada por los musulmanes, no fue hasta el reinado de su hijo Sancho I cuando se consolidó la plaza.



La noche antes no habíamos encontrado referencias sobre Palmela en la guía. Fue Jose quien las localizó en internet y propuso la visita. Saramago destacaba la calidad de sus vinos (la fiesta de la vendimia era la más importante de la villa) y nos incitaba a subir al castillo:

Es su primer destino Palmela, alta villa de buen vino que con dos gotas transforma al que lo bebe. No siempre el viajero sube a los castillos, pero en éste se detendrá. Desde lo alto de la torre del homenaje dan los ojos la vuelta al mundo y, como no se cansan, vuelven.



Palmela ofrecía otros atractivos al visitante, como la iglesia de San Pedro, con unos bellos azulejos. La de la Misericordia también estaba dotada de estupendos azulejos y un buen retablo barroco. Cerca de ella estaba el pelourinho. Hacia el Sado se desplegaban varios conventos de los que no sabría decir si eran interesantes.



Aparcamos junto a unos olivos. La fortaleza impactó en nuestros ojos. Una parte del antiguo convento santiaguista había sido transformado en pousada, como San Felipe. Desde aquel primer mirador comprobamos el carácter de atalaya del altozano sobre el que se disponía. La mirada alcanzaba hasta Setúbal y Troia, por un lado, y hacia Lisboa, el Tajo y la llanura, por otro. Ascendimos bajo la intensa mirada del sol, que no daba tregua.

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