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Descubriendo Portugal 140. Las ruinas de Citóbriga.


 

Probablemente el emplazamiento de las ruinas de Citóbriga fue una isla en el siglo I d.C., cuando se estableció la factoría de salazones. Era el lugar perfecto ya que abundaba el pescado y la sal con la que someterlo al eficaz sistema de conservación que permitió comercializarlo por todo el Imperio Romano. El garum, una salsa elaborada con pescado, muy popular en la época, trajo prosperidad a la zona. En el lado oriental de la península, hacia el embarcadero, habían descubierto otros vestigios romanos, según informaba un panel. La factoría estuvo en funcionamiento hasta el siglo V o VII. Parece que una fuerte tormenta invernal destruyó el lugar, que sería posteriormente abandonado.



Lo que se visitaba era la décima parte de lo que fue el complejo. Las zonas de procesado ocupaban la parte que se abría tras la entrada. En aquellas grandes piletas de piedra se afanaban los trabajadores. La primera era de mayores dimensiones que la siguiente y ambas fueron divididas con el transcurrir del tiempo.

En torno a la factoría creció un centro urbano. La mejor prueba de ello eran las termas, un mausoleo de la primera mitad del siglo III d. C. o la necrópolis. Los diecinueve tanques de procesado, con una capacidad de 465.000 litros permitían llenar 14.500 ánforas de 32 litros, lo que exigía un núcleo poblacional de cierta envergadura. Hubo, incluso, una basílica cristiana.



La visita se realizaba por unas pasarelas de madera que impedían el desgaste producido por los visitantes. Estábamos solos y no parecía que hubiera una gran afluencia de público al parque arqueológico.

Continuamos hasta el extremo oriental. Un pequeño altozano permitía contemplar el complejo en conjunto y apreciar su organización. En la zona más cercana estaba la necrópolis y el mausoleo. Allí estuvieron los almacenes. A la espalda, el estuario. A la derecha, la rua da Princesa, que tomaba su nombre por haber sido la princesa María (María I), quien instó la excavación en el siglo XVIII. Era una zona residencial. Rodeamos completamente las ruinas hasta las termas.



La visita nos había dejado contentos y empapados en sudor. Al otro lado de las ruinas se introducía el agua formando una laguna abierta que estaba rodeada por una estrecha playa y un bosquecillo de pinos que era la única sombra disponible. Como se estaban bañando dos pequeños grupos de personas nos animamos a refrescarnos en las aguas a pesar de la presencia de tres barcos abandonados y oxidados en la orilla. Nos alejamos de ellos para evitar su influencia. Al otro extremo se habían instalado varias familias con sombrillas y una motora.

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