El segundo gran atractivo de
Queluz eran sus jardines. Trasladaban a un mundo cortesano, elegante. La parte
superior era geométrica, de parterres de boj divididos por paseos y avenidas
con hermosas fuentes. En la zona inferior, el ambiente era más propio de un
parque con altos árboles.
Empezamos por la zona inferior y
caminamos hacia una de las extravagancias o curiosidades de esa área: el canal.
Fue utilizado por los reyes y la corte para realizar paseos acuáticos, algo muy
en boga en el siglo XVIII. Lo peculiar era que estaba recubierto de azulejos
con primorosas escenas cortesanas y costumbristas. Tenía algo más de cien
metros y nos causó una muy grata impresión.
Nos metimos hacia la zona
arbolada buscando la sombra. Los seres mitológicos de esculturas y fuentes se
afanaban en sus trabajos legendarios. Era difícil elegir entre varios caminos
igual de hermosos y elegantes así que nos encaminamos hacia las caballerizas,
donde estaban las instalaciones de la Escuela Portuguesa de Arte Ecuestre.
Después de dar un amplio rodeo
por toda la zona inferior nos dirigimos a los jardines que abrazaba la fachada
del palacio. El jardín más amplio, rectangular y geométrico, se denominaba
Pensil por estar sobre un depósito al que iban a parar las aguas excedentes del
jardín superior, que eran utilizadas para regar la inferior. Las dos fuentes
principales eran la de Neptuno y la de Anfítrite o la Nereida, muy versallescas
(o de La Granja de San Ildefonso) obras del taller londinense de John y Henry
Cheere. El diseño de la de Neptuno era obra de un discípulo de Bernini.
Otras fuentes y estanques
reflejaban esculturas mitológicas. En un extremo se alzaba una especie de
montañita con rocallas desde la que se despeñaría el agua con estrépito. Desde
ella fuimos subiendo plataformas hasta el jardín de Malta, que recibía su
nombre por haber sido Pedro III Gran Maestre de la Orden de Malta. También se
denominaba de Azereiros, por los Prunus lusitánica que allí fueron
plantados en el pasado. El jardín ocupaba lo que había sido el estanque de los
Arciprestes. La fachada del palacio correspondía con la sala del Trono y la de
la Música.
Nos resistíamos a irnos. El
lugar destilaba tranquilidad y elegancia. Nos había cautivado.
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