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Descubriendo Portugal 131. El palacio de Queluz VIII. Los jardines.


 

El segundo gran atractivo de Queluz eran sus jardines. Trasladaban a un mundo cortesano, elegante. La parte superior era geométrica, de parterres de boj divididos por paseos y avenidas con hermosas fuentes. En la zona inferior, el ambiente era más propio de un parque con altos árboles.

Empezamos por la zona inferior y caminamos hacia una de las extravagancias o curiosidades de esa área: el canal. Fue utilizado por los reyes y la corte para realizar paseos acuáticos, algo muy en boga en el siglo XVIII. Lo peculiar era que estaba recubierto de azulejos con primorosas escenas cortesanas y costumbristas. Tenía algo más de cien metros y nos causó una muy grata impresión.



Nos metimos hacia la zona arbolada buscando la sombra. Los seres mitológicos de esculturas y fuentes se afanaban en sus trabajos legendarios. Era difícil elegir entre varios caminos igual de hermosos y elegantes así que nos encaminamos hacia las caballerizas, donde estaban las instalaciones de la Escuela Portuguesa de Arte Ecuestre.

Después de dar un amplio rodeo por toda la zona inferior nos dirigimos a los jardines que abrazaba la fachada del palacio. El jardín más amplio, rectangular y geométrico, se denominaba Pensil por estar sobre un depósito al que iban a parar las aguas excedentes del jardín superior, que eran utilizadas para regar la inferior. Las dos fuentes principales eran la de Neptuno y la de Anfítrite o la Nereida, muy versallescas (o de La Granja de San Ildefonso) obras del taller londinense de John y Henry Cheere. El diseño de la de Neptuno era obra de un discípulo de Bernini.



Otras fuentes y estanques reflejaban esculturas mitológicas. En un extremo se alzaba una especie de montañita con rocallas desde la que se despeñaría el agua con estrépito. Desde ella fuimos subiendo plataformas hasta el jardín de Malta, que recibía su nombre por haber sido Pedro III Gran Maestre de la Orden de Malta. También se denominaba de Azereiros, por los Prunus lusitánica que allí fueron plantados en el pasado. El jardín ocupaba lo que había sido el estanque de los Arciprestes. La fachada del palacio correspondía con la sala del Trono y la de la Música.

Nos resistíamos a irnos. El lugar destilaba tranquilidad y elegancia. Nos había cautivado.



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