Designed by VeeThemes.com | Rediseñando x Gestquest

Descubriendo Portugal 129. El palacio de Queluz VI.


 

Atravesamos los aposentos de la princesa María Francisca Benedicta, las salas de Humo y de Café (quizá recibían su nombre de los usos) y penetramos en el comedor, de unas dimensiones sencillas, casi domésticas, donde reproducían la mesa a la que se sentaban los comensales reales, quizá no demasiado bien avenidos.

Nos gustó la galería das Mangas o pasillo de los Azulejos, que separaba el palacio antiguo (de finales del siglo XVI) del palacio nuevo. Los azulejos más antiguos eran obra de Manuel da Costa Rosado y representaban escenas de caza. Los neoclásicos eran obra de Francisco Jorge da Costa y se inspiraban en escenas mitológicas y alegorías.



La decoración oriental, tan de moda en el siglo XVIII, se reflejaba en la sala de la Antorcha, con un biombo precioso, y el dormitorio al estilo de don José. Otros palacios de la misma época también adoptaron esa decoración en alguna estancia.

La sala de los Embajadores era la más impactante. La precedieron las salas de los Arqueros y de los Particulares. Como su nombre indicaba, era el lugar para las recepciones de altos dignatarios extranjeros en funciones diplomáticas. En el techo habían representado a la familia real asomándose con curiosidad sobre los visitantes. Allí estábamos nosotros, como embajadores que venían a prestar sus respetos a los reyes.



A continuación estaba el Pabellón Robillon, nombre del arquitecto francés que intervino. Agrupaba las salas del Despacho, de las Azafatas, de las Meriendas y las estancias de la Reina, incluido su vistoso tocador.

0 comments:

Publicar un comentario