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Descubriendo Portugal 121. La Expo de Lisboa de 1998 I.


 

Nos preguntamos si entre las preocupaciones de los portugueses, o del portugués medio, se encontraba recuperar la grandeza perdida, aquella que se plasmó en monumentos impactantes, en la exhibición de poder y riqueza que nos acompañó en el viaje. Probablemente, se centraban más en los aspectos económicos y cotidianos, en encontrar un trabajo digno, disfrutar de una vivienda que no ahogase sus cuentas, en un futuro lo más saludable posible.

Durante su estancia en Sudáfrica, Fernando Pessoa fue consciente de que Portugal había pasado a interpretar un papel secundario en la escena mundial. Eso exaltó su nacionalismo, que claramente se reflejó en su libro de poemas Mensaje, al que ya he hecho referencia en anteriores ocasiones. Siempre estuvo interesado en el proyecto histórico de Portugal. En su obra destacaba el heroísmo y la preeminencia del país e hizo una llamada a revitalizar aquellos elementos que otorgaron riqueza al mismo y que habían desaparecido en el momento en que escribió:

¿Qué yace en el abismo bajo el mar que se alza?

Nosotros, Portugal, el poder ser.

¿Qué inquietud desde el fondo nos levanta?

El desear poder querer.


 

Durante los siglos XIX y XX, los escritores portugueses trataron de rescatar esa época dorada para el gran resurgimiento luso que tendrá lugar. En el caso de Pessoa será el advenimiento del Quinto Imperio.

En 1998 se conmemoraba el quinto centenario de la llegada de Vasco de Gama a la India, una fecha capital en la historia del país vecino. Qué mejor forma de honrar aquellos tiempos y aquellas glorias que una Exposición Universal que tuviera como eje los descubrimientos. Como destacaba el presidente de la República, Jorge Sampaio:

También se conmemora la llegada de los portugueses a la India, un viaje marítimo que transformó la economía mundial, la geografía de los encuentros de culturas y comunicación entre los pueblos. Este viaje mostró, ya entonces, la importancia vital de los océanos y su demostración fundamental se mantiene válida e inmensamente ampliada.



Portugal venía de tiempos difíciles: la caída de la dictadura en 1974 y la crisis económica. También, de momentos ilusionantes, como el ingreso en la Comunidad Económica Europea en 1986 (junto a España) lo que sirvió para sacarla de su atraso. Se abría una ventana a ese tiempo glorioso, como destacó Pessoa en su poema Niebla, en Mensaje, que rompería la dinámica negativa:

Ni rey ni ley, ni paz ni guerra,

define con perfil y ser

este fulgor apagado de la tierra

que es Portugal al entristecer:

brillo sin luz y sin arder,

como el que el fuego fatuo encierra.

 

Esa necesidad de regeneración inundó el espíritu de la Expo Lisboa de 1998.

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