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Descubriendo Portugal 109. El mítico tranvía 29

 


Los tranvías habían vencido al pasado y habían sabido mantenerse en las ciudades. Incluso, algunas, lo habían reimplantado. No era el caso de Madrid. Aún recuerdo aquellas antiguallas metálicas por las calles siendo esquivadas por los coches.

El recorrido en tranvía más famoso de Lisboa era el de la línea 28 que se había convertido para el visitante en una atracción turística más, algo indispensable para ser considerado un visitante completo en experiencias. Eso había provocado su masificación en detrimento de sus usuarios habituales, los locales.

El 28 utilizaba los vagones antiguos, más románticos, más cargados de saudade. Arrancaba en Moniz y parecía que su ruta la hubiera trazado un guía turístico. Se aconsejaba no subirse en la cabecera, que suele estar saturada. Un par de paradas después había más posibilidades de ahorrarse la saturación. Hace tiempo monté con unos amigos. Lo tomamos en Graça. Daban ganas de bajarse en los sucesivos miradores de Alfama, en Portas do Sol o Santa Lucía.

Pasabas por un costado de la catedral hacia Baixa, la plaza del Comercio o la plaza del Ayuntamiento, que quedan a un paso, se filtraba por el Chiado, avanzaba hacia el Palacio de São Bento con la Asamblea de la República.

Recuerdo que nos bajamos en Estrela, con el jardín y la basílica que mandó construir la reina María I entre 1779 y 1790. Allí quedó enterrada. Sus arquitectos fueron Matheus Vicente y Reynaldo Manuel. Las dos torres, su cúpula desde donde hay una vista impresionante, son inconfundibles.

La última parada era la del cementerio monumental de los Placeres, que nunca he visitado.

No sé cuál será el placer de recorrerlo en sentido inverso.

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